En Gualeguaychú, visitamos el reconocido Patio del Mate y aprendimos todos los secretos de esta autóctona bebida argentino-charrúa.
El día nublado ni siquiera ameritaba pasar por la costanera. Averiguamos en Turismo sobre otros atractivos para conocer en la ciudad mesopotámica. Nos recomendaron llegar hasta el Patio del Mate.
“Es un lugar muy vistoso, que llama la atención de todos los turistas, en especial la de los extranjeros” –señaló el empleado de la oficina de informes. Llegamos hasta el local de venta y fabricación y no pasó mucho tiempo para comprender que estábamos frente al emporio más grande del mate.
Fuimos recibidos por su dueño, Mario Jesús Boari, quien al enterarse de que íbamos a realizar una nota sobre el lugar, se mostró más que dispuesto a comentarnos todo sobre los atractivos de este particular sitio.
Comenzamos a transitar su interior. Fue impresionante observar la extensa colección y todo el material de mates, dispuestos para la exhibición y venta.
Al recorrer las distintas salas, pudimos apreciar desde la llegada de la calabaza o porongo, hasta la manufactura final del mate, con bombilla y todo.
Mario, todo un anfitrión, nos fue relatando los distintos pasos de cura, teñido, corte y trabajo artesanal del mate, recipiente de la clásica bebida argentina.
Señalando una calabaza virgen, Mario nos explicó: “Éste es el fruto de la calabacera. Es secado, cortado y vaciado. Luego puede ser pulido, forrado en cuero, o se le puede poner una virola de metal.”
Aprendimos que si la boca del mate es ancha, es mejor para realizar la cebadura con buena técnica y prolongando el sabor de la infusión el mayor tiempo posible.
A medida que continuábamos paseando por el local, estábamos cada vez más interesados en el tema.
“Una vez elegida la calabaza, ésta debe ser curada. Curar el mate es darle un tratamiento previo, que le hace eliminar los sabores internos de la calabaza y tomar el de la yerba. Este proceso es fundamental para que el sabor luego sea auténtico y puro” –explicó el especializado guía. Esta operación influye fuertemente a posteriori, sobre todo si se compara un mate cebado en una calabaza que fue bien curada con otra que no.
Entre los salones del extenso local, observamos a verdaderos artesanos dándole forma, color y textura a distintos mates. Algunos los pulían, otros los dibujaban con motivos alegóricos de la vida de campo, y los más detallistas se encargaban de grabarlos.
Era increíble detenerse unos instantes y observar la hábil técnica que utilizaban los jóvenes “artistas” para darle contraste y sombras a los distintos mates, que en escasos minutos eran tallados.
Así conocimos todos los tipos de mate. Los hay naturales, tallados a mano, torneados, de madera forrados con aluminio o con mondongo curtido. También apreciamos el típico mate artesanal, con trabajos en plata, oro y alpaca, y el mate nonato.
Una vez culminada la visita, Mario nos regaló un mate para que nos lleváramos como recuerdo de nuestro paso por el lugar. Un hermoso mate teñido de rojo, tallado con el dibujo de un gaucho montado a caballo, nos acompañó durante el regreso, luego de visitar la ciudad de Gualeguaychú.