Es la ruta elegida por mochileros y turistas europeos cuando dejan La Quiaca para internarse en territorio boliviano. Una aventura inolvidable para conocer las ciudades de Potosí, Sucre y la moderna Santa Cruz de la Sierra. Un paseo ideal para saber qué hay del otro lado de la frontera.
Potosí, la ciudad plateada
Potosí ha sido conocida a lo largo de la historia como la “ciudad de la plata”, apodo que literal y lamentablemente fue correcto.
El cerro Rico de Potosí, como se lo llama, es una montaña de color rojizo-plateado que desde la época de la conquista española continúa dando plata a quienes todos los días del año y en condiciones algunas veces inhumanas continúan extrayendo el sagrado metal que adoraban los incas y que sólo ofrecían a sus dioses en carácter de ofrenda.
Haciendo desde la ciudad alguna de las tantas excursiones que tienen como destino las minas, es posible observar las diferentes galerías, chimeneas, buzones y comunicaciones que se dan dentro de las minas. Además, es posible ingresar a su interior con carros metaleros, ascendiendo 6 niveles de 15 a 20 metros de altura, con una temperatura ambiente de entre 25º C y 30º C. Las excursiones muestran cómo actualmente se explotan minerales como el zinc, la plata, el plomo y el estaño, entre los más conocidos.
Potosí es un pueblo minero por naturaleza que se encuentra a 4.200 metros sobre el nivel del mar, por lo que es habitual cruzarse por sus calles con quienes realizan diariamente esta sacrificada labor. La ciudad posee un centro histórico-arquitectónico y culturalmente rico en tradiciones que nos acercan a comprender las costumbres y creencias de los trabajadores mineros. Entre ellas se destacan la challa (brindis) con alcohol, coca y cigarrillos, realizados en honor al “Tata Ckacchu” (dios de los mineros), al Tío (Dueño de la Plata), y la sangre de llama derramada en la boca de la mina, en honor a la Pachamama (Madre Tierra).
Esta idiosincrasia, además de los típicos mates de coca, es parte del folclore diario en una ciudad en la que, de algún modo, todo transcurre dentro de una gran montaña. Aunque, por supuesto, no sea justo para nadie.
Sucre, por siempre la capital
Siguiendo la lógica ruta llegamos a Sucre, la actual capital de Bolivia. Aunque muchos adjuntan este mote a La Paz, ya que en ella funciona el Poder Ejecutivo y el Legislativo, Sucre aún conserva los tribunales judiciales, es decir, el Poder Judicial. Dividir las actividades gubernamentales en dos ciudades fue una decisión política cuyo objetivo era unir al país, debido a las grandes diferencias sociales y comunicacionales que aún hoy persisten en Bolivia.
Pero Sucre sigue siendo hoy la capital de Bolivia. Fundada como una ciudad virreynal entre 1538 y 1540 por el capitán Pedro Anzures, marqués de Campo Redondo. Primeramente le fue asignado el nombre de Villa de la Plata, luego fue cambiado por Charcas, Chuquisaca y finalmente el nombre actual de Sucre, en honor al gran mariscal de Ayacucho.
Por ser sede de importantes instituciones como el Obispado de la Plata (Arzobispado a partir de 1609), la Real Audiencia de Charcas, la Academia Carolina y la Universidad Mayor, Real y Pontificia Xavier, entre otras, la ciudad adquirió un gran prestigio durante la época colonial que permanece a través del tiempo.
El 25 de mayo de 1809 se gestó el nacimiento de la República de Bolivia y la independencia americana. Toda esta historia y tradiciones están presentes en sus calles y edificios antiguos, así como también en sus festividades.
Sus callejuelas empedradas, sus casas viejas y coloniales, su mirador de la Recoleta, sus más de cien iglesias y, por supuesto, la famosa Casa de la Libertad (en la que se encuentra la primera bandera argentina que levantó nuestro general Manuel Belgrano) que guarda en su interior verdaderos tesoros de la historia, no sólo de Bolivia sino de toda América latina.
En 1991, debido a su enorme atractivo histórico y turístico, Sucre fue reconocida por la UNESCO como Patrimonio Cultural de la Humanidad. Algo que, por supuesto, merecía desde hacía tiempo.
La señora de los anillos
A Santa Cruz de la Sierra se la conoce como “La ciudad de los anillos” porque presenta una estructura urbana radiocéntrica dividida por anillos que se fueron construyendo alrededor del centro histórico o casco viejo que oficia de corazón. Allí es posible encontrar la plaza principal bautizada como “24 de Septiembre”, la iglesia catedral Basílica Menor de San Lorenzo Mártir, la Casa Municipal de Cultura, la Alcaldía Municipal y el Centro de Interpretación de Turística y Cultural, un verdadero museo arquitectónico.
Santa Cruz de la Sierra también ofrece una diversidad de museos para visitar: el Museo Catedralicio, el Museo de Arte Sacro, el Museo de Arte Contemporáneo, el Museo de Historia, el Museo de Etnografía y Folklore, el Museo de la Cultura Guaraní, el Museo Nacional Militar Germán Busch, el Museo de Ciencias Naturales y el Centro Cultural Simón I. Patiño.
La gastronomía se destaca por sí misma en estas tierras donde los hombres reciben el nombre de “cambas”, lo que vendría a ser una especie de gaucho argentino. Un sinfín de sabores típicos como majadito, locro, patasca, pastel de gallina, sonso, cuñapé, pan de arroz, tablillas y dulces de todas las variedades de frutas tropicales se llevan las palmas todas las noches a lo largo de los restaurantes que se asientan sobre la av. San Martín y Monseñor Rivero.
De vuelta a casa…
Una ciudad que debe conocerse antes de emprender el regreso hasta el paso fronterizo Yacuiba (Bolivia)-Pocitos (Argentina) y dar así por concluido un viaje multifacético por todo el sur del vecino Bolivia.