El Camino de los Artesanos

Estos artesanos no atienden en un local sobre la avenida comercial, sino en el patio de tierra de sus casas, allí donde reúnen a su familia y donde le dan terminación a sus labores.

En Mina Clavero existe un auténtico Camino de los Artesanos que se recorre con sólo salir unos pocos kilómetros de la ciudad. Admiradores de esas tareas, allá fuimos.

Llamamos artesanos a quienes ayer eran simples fabricantes de elementos de uso doméstico. Artífices de una manera de vivir sencilla, tomaban los materiales que tenían a disposición y dedicaban su habilidad manual. Durante siglos observaron la tierra, las plantas y sus mismos animales para obtener de ellos la materia prima indispensable para los objetos que precisaban en la vida cotidiana. En la actualidad, nació una nueva mirada de las raíces de las distintas comunidades. Se intentó rescatar las historias familiares, los consejos de los ceramistas o de las abuelas tejedoras de la zona.

Viajamos hacia Villa Benegas. Entre sierras con vegetación baja, rocas con dibujos muy caprichosos, cabras y chivos, se encuentran las familias ceramistas.

  • Hacia Villa Benegas

    Hacia Villa Benegas

  • Alfareros

    Alfareros

  • El hogar de una artesana

    El hogar de una artesana

  • Obras terminadas

    Obras terminadas

  • Hilan el buen vellón de la lana de sus ovejas

    Hilan el buen vellón de la lana de sus ovejas

  • Vasijas, ollas, fuentes

    Vasijas, ollas, fuentes

  • Una artesana del telar

    Una artesana del telar

La familia Cuello nos recibió en la puerta de su casa, donde en una larga mesa de madera descansaba una cantidad incontable de vasijas, ollas, fuentes y tazas realizadas con la clásica cerámica negra.

Son alfareros desde siempre y han vivido por generaciones en ese mismo lugar. Preguntamos por el proceso de elaboración y aprendimos que a partir de arcilla se moldean las piezas a mano o en torno. El secado y posterior horneado le da el acabado final. El color negro lo da el humo proveniente del uso de virutas.

“¿Se utilizan como salen del horno?” “No, hay que curarlas.” Además de llevarnos varias piezas a nuestra casa, nos llevamos también los secretos para que no se rompan al utilizarlas en nuestra cocina.

Así, fuimos encontrando otras familias como los Aguirre o los López, con quienes nos adentramos en las distintas técnicas y que además preparan hierbas medicinales.

En el pueblo visitamos a un maestro ceramista, Daniel Vizzoni, quien nos mostró cómo se tornea una pieza a partir de un pan de arcilla o pella. Sus pies se movían para dar movimiento al juego de pedales de madera que hacían rotar la mesa donde trabajaba. De a poco la pieza se fue transformando mientras los dedos de Daniel la estilizaban y le daban forma. Con la presión y dirección exactas, sus manos experimentadas conseguían la obra deseada con la huella y alma del alfarero.

A partir de arcillas negras o rojas se logran piezas rústicas, esmaltadas o con engobe, según el proceso elegido. El largo proceso continúa con un tiempo de secado y posterior horneado con agregado de elementos que le dan el color definitivo.

Pero aún no habíamos visto ni escuchado todo. Conocimos a María Inés Papy, una artesana del telar que, a pesar de no haber nacido en la zona, hace 30 años que ha dedicado su vida a la investigación y puesta en práctica de las técnicas ancestrales.

Según nos pareció, ella ha pasado a ser la vocera de los “tejenderos” de Traslasierra, que se esmeran por producir excelentes trabajos pero son propensos al silencio, a no hablar acerca de sus tareas manuales con las que subsisten económicamente, quizá porque consideran su arte como algo usual entre las mujeres de la casa y por un pudor ancestral.

El término “tejenderos” es un regionalismo y una deformación de la lengua por uso y costumbres. Ellos mismos hilan el buen vellón de la lana de sus ovejas en el huso y lo tiñen con tintes naturales de plantas del monte. A fin de no devastarlas, sólo se utilizan hojas, tallos y cortezas. Las gamas de color son infinitas ya que se le hace agregado de ceniza y óxidos.

Nos dijo María Inés: “Cuando la cosmovisión del mundo era otra y las prendas se hilaban para toda la vida, se utilizaba el telar andino. La urdimbre no se cortaba y se hacían los cuatro orillos continuados. Antes, aprendieron a tejer porque había que taparse”.

“Luego se utilizó el español, hasta que a partir del telar criollo (mezcla de ambos) se puso en valor lo aprendido de los mayores y sigue el entusiasmo por el trabajo.” Hoy nombres como doña Delia, doña Elba, doña Carmencita, doña Arminda son referentes del arte textil de la zona.

Mina Clavero tiene además otros secretos para ir descubriendo: artesanos en madera, cestería y todos los sabores representados por las frutas secas, la miel y la cerveza artesanal.

María Inés nos dejó una frase muy linda que se puede aplicar a todas las formas artesanales: “Que en el acto mágico de tejer, nuestras manos y corazones se unan en armoniosa danza por la vida”.

Autor Mónica Pons Fotografo Eduardo Epifanio

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