Visitamos una de las bodegas más australes del planeta. Entre toneles y barricas aprendimos sobre la elaboración de sus vinos. Celebramos la visita degustando riquísimos varietales.
El suelo del campo es franco arenoso y franco limoso. De clima seco, los permanentes vientos moderados y la amplitud térmica le otorgaron una gran sanidad a los cultivos y excelente nivel de acidez.
Estamos en la localidad de San Patricio del Chañar, en el cruce de las rutas provinciales 7 y 8, a 60 kilómetros de la ciudad de Neuquén, visitando, tal vez, una de las cavas más australes del planeta.
Somos recibidos por personal de la bodega, que se encarga de explicarnos, en un tour por las instalaciones, cómo se elaboran los varietales y bivarietales de la Bodega del Fin del Mundo. Nos auguran que al final del paseo, pasaremos a la sala de degustación, donde probaremos estos vinos.
El predio consta de cuatro módulos, de los cuales se construyeron los tres primeros. Aprendemos que, en esta etapa, la bodega cuenta con ciento noventa tanques franceses de acero inoxidable, capaz de albergar unos 3.936.000 litros. Se estima que la capacidad final de la bodega será de unos 8.000.000 de litros.
Transitamos por las salas de fermentación y atentamente escuchamos la explicación de nuestro guía, quien nos comenta todo el proceso que demanda realizar estos vinos.
“La cosecha se hace a modo manual –el modo de disposición de los viñedos prevé el uso de la cosecha mecánica en caso de ser necesaria– y la uva se junta en cajas de 20 kg.”, explica jactancioso.
Luego de la separación del hollejo, las semillas y del escobajo, los jugos son depositados en los toneles de fermentación. “Están dotados de camisas refrigerantes para control de la temperatura. Se utiliza un equipo de frío de 200.000 frigorías para mantener los tanques en la temperatura adecuada.”
Mientras transitamos hacia la sala de guarda, nos explican que al ser una zona de pocas precipitaciones, el riego de la vid es por goteo computarizado, de esta manera se practica la “fertirrigación”
“El agua proviene del río Neuquén, agua de deshielo de la cordillera de los Andes.
Del río Neuquén nace el canal principal construido por la Bodega del Fin del Mundo, a cuya margen se encuentran las centrales de bombeo que llevan el agua presurizada a las chacras, haciendo que a cada planta le llegue la cantidad justa de agua y fertilizante, permitiéndole un crecimiento equilibrado.”
En la sala de guarda observamos 1.200 barricas de roble francés y americano, que poseen una capacidad de 4.206.000 litros.
Continuamos el tour. En el laboratorio, entre pipetas y tubos de ensayo, sorprendemos trabajando a Marcelo Miras, el enólogo senior de la bodega. Respetuosos y en silencio observamos su trabajo.
Luego pasamos a la sala de fraccionamiento. En esta sección se alcanzan a envasar unas 2.500 botellas por hora.
Abstraídos por la magnitud de la obra y el esfuerzo que representa la elaboración de los vinos en estas latitudes, vamos con entusiasmo a la sala de degustación.
Allí probamos los vinos Premium y las tres líneas de vino, tanto varietales como bivarietales de diferentes características para distintos gustos.
Nos sorprende el que se llama Postales del Fin del Mundo, por ser un vino joven, aromático y frutado, en el que se destacan las características varietales de las uvas.
La Bodega del Fin del Mundo logra elaborar vinos redondos y de larga permanencia en la boca, siendo la máxima expresión en vinos de la Patagonia.