Por el túnel subfluvial

A través del túnel subfluvial se puede realizar un viaje fascinante que comienza junto al caudaloso río Paraná y continúa bajo sus aguas hasta la margen opuesta, en la vecina provincia de Santa Fe.

"El hombre suele hacer cosas increíbles y en su afán de creación a veces iguala a la naturaleza; a veces acierta, otras no. El túnel, creo, es un caso de acierto", afirma uno de los guías que nos da la charla durante la visita guiada.


La inmersión

Si tomamos la avenida Gobernador Uranga hasta el Club Náutico, el peaje y el control de altura vehicular son el último bastión de tierra firme antes de que el camino deje atrás la orilla de la ciudad de Paraná y se adentre en el misterioso territorio del río y sus profundidades.

A medida que nos acercamos a la entrada del túnel, la autopista desciende paulatinamente. El río está muy cerca, los rayos del sol se mezclan con la brillante iluminación eléctrica; es una zona para acostumbrar la vista. En segundos ya estamos bajo la superficie: el viaje subacuático ha comenzado.

  • Un viaje fascinante

    Un viaje fascinante

  • El peaje y el control de altura vehicular

    El peaje y el control de altura vehicular

  • Mantenimiento

    Mantenimiento

  • Construcción de tubos, 1968

    Construcción de tubos, 1968

  • Centro de control

    Centro de control

  • La inmersión

    La inmersión


Una obra monumental

El túnel subfluvial Uranga - Silvestre Begnis, antes llamado “Túnel subfluvial Hernandarias”, tiene una longitud de casi 3 kilómetros y une la ciudad entrerriana de Paraná con la isla de Santa Cándida, de la vecina provincia de Santa Fe, conectando así las redes de tránsito de ambas provincias.

Está construido en base a 37 tubos cilíndricos de hormigón armado de 65 metros de largo, 10 metros de diámetro y 4.500 toneladas de peso cada uno, con paredes de 50 centímetros de espesor. Los segmentos, acoplados entre sí, descansan sobre el lecho del río, que en esa zona alcanza hasta los 30 metros de profundidad.

Como la seguridad es uno de los aspectos más importantes, en las impecables paredes de hormigón se suceden, cada cien metros, semáforos, carteles señalizadores, teléfonos de emergencia y equipos de auxilio.

El túnel cuenta con un sistema de cámaras de TV, altoparlantes para dar indicaciones a los conductores, alarmas de incendio y detección de filtraciones y del nivel de monóxido de carbono en el aire.

Además de la vías por las que circulan los vehículos y la senda peatonal de emergencia, el túnel contiene dos conductos más pequeños (uno arriba y otro debajo de la calzada) destinados a tareas de mantenimiento, extracción de gases y renovación del aire, que es bombeado por dos enormes torres de ventilación que se yerguen sobre ambas cabeceras del complejo.


Un abrazo entre dos provincias

La necesidad de vencer el aislamiento geográfico impuesto por el río era, en un principio, satisfecha con un servicio de balsas que transportaba los vehículos de orilla a orilla. Durante más de 40 años, las balsas, los pontones y los ferry boats formaron parte de la cotidianeidad y la cultura de la región.

Cuando este sistema se volvió obsoleto debido al aumento de la cantidad de vehículos que necesitaban cruzar, los gobernadores Raúl Uranga y Carlos Silvestre Begnis dieron origen, en 1960, a un tratado interprovincial que fue el puntapié para la construcción de la majestuosa obra a la que posteriormente legaron su nombre.

El proyecto fue realizado por un consorcio de tres empresas (una alemana, una italiana y una argentina) y costó casi 60 millones de dólares. Tardó siete años en terminarse y llegó a ocupar hasta 2.000 empleados entre operarios, ingenieros y personal especializado (por la profundidad y las malas condiciones del río, se utilizaba una dotación diaria de 15 buzos y hasta la ayuda de pescadores y baqueanos conocedores de la zona).


La otra orilla

A medida que llegamos a la salida del túnel, la pendiente del camino va creciendo y la luz natural vuelve, de a poco, a dejarse ver. Ya estamos en la superficie.
Adelante: la ciudad de Santa Fe y su historia viva nos reciben con los brazos abiertos. Atrás: la cálida Paraná y el profundo y generoso río esperan nuestro regreso.

El guía tenía razón: en este caso, el hombre parece haber hecho bien las cosas. Sólo la naturaleza y el tiempo tendrán la última palabra.

Autor Pablo Etchevers Fotografo Gentileza Tunelsubfluvial.gov.ar

Tipo de tourTipo de tour: Contemplativo
Organiza tu viaje con: interpatagonia.com | welcomeuruguay.com | welcomechile.com