Dentro del predio de Faro Punta Delgada, una importante colonia de elefantes marinos desarrolla gran parte de su ciclo vital en la playa El Arenal.
Luego de visitar la estancia San Lorenzo, nos dirigimos con Víctor hacia el Faro Punta Delgada. Allí, antes de saborear un cordero patagónico que ya humeaba en el asador del restaurant, nos acercamos hasta la playa exclusiva de El Arenal para conocer la colonia de elefantes marinos.
En esta costa habita más de un centenar de elefantes marinos, con la particularidad de concentrar la mayor población de hembras con crías en primavera.
Por la alta sensibilidad de este ambiente, los guardaparques y guías especializados del hotel sólo dan acceso a un grupo reducido y lo acompañan brindándole toda la información.
Para llegar hasta la colonia hay que bajar una importante pendiente, pero la observación de estos fascinantes mamíferos vale el esfuerzo.
Al transitar por la playa, es probable que los elefantes marinos se sientan intimidados, por lo que es recomendable caminar agachados.
Los machos se caracterizan por alcanzar un peso de 3,5 toneladas y poseer una gran trompa. Es fácil descubrir cuál es el sultán dueño de un harén de 160 hembras, todas a su disponibilidad.
El macho que rige a la manada se denomina Alfa. Como en esta playa hay más de 100 hembras, se alcanza a reconocer dos machos más que suelen llamarse Beta y Gama, de menor jerarquía que el Alfa, y que se encargan de fecundar al resto de las hembras.
Alrededor de ellos también hay machos grandes de contextura pero sin experiencia en la lucha por ser menores en edad. Estos ejemplares jóvenes, al no tener hembras, roban o tratan de aparearse con las hembras vecinas.
El reino del elefante
Los elefantes marinos machos llegan a la región en agosto para ubicarse a lo largo de toda la costa de Península de Valdés, desde Punta Norte hasta Punta Delgada. Apenas llegados, delimitan su territorio al cual ningún otro macho podrá acceder. Si este sector no se respeta, comienzan las cruentas luchas y los grandes enfrentamientos para defender los límites.
Estos machos deben quedarse un mes a la espera de las hembras y no pueden dejar la porción de costa que marcaron porque, si se fueran al mar, su lugar podría ser ocupado por otro macho.
Las hembras llegan preñadas del año anterior. El lugar presenta un ecosistema óptimo para que cada hembra dé a luz a un cachorro por año. Ellas amamantarán a su cría 30 días y después serán nuevamente fecundadas por el macho. De esta manera, pasan toda su vida en gestación.
En Península Valdés sólo se puede ver a los elefantes hasta fines de noviembre ya que, luego de los incansables 3 meses que viven en la región, vuelven a las Islas Malvinas, Georgias, Orcadas y Sándwich del sur, donde pasan el resto del año.
Nos quedamos largo rato observándolos en silencio. Los petreles se intimidaron al principio con nuestra presencia, pero luego volvieron a atacar a una elefanta muerta que yacía en la arena. Víctor me comentó que unos días antes, el guardaparques había presenciado una pelea de machos en la que uno de ellos sin querer le asestó un golpe a una hembra que estaba cerca y la mató en el acto.
Después volvimos al restaurant, muy concurrido al mediodía por distintos turistas y huéspedes del hotel para degustar finalmente un exquisito y tradicional cordero patagónico.