Famosa por sus colores y sonidos, esta localidad prehispánica ubicada en la quebrada de Humahuaca es una de las clásicas postales del norte argentino.
Purmamarca es uno de los pueblos más pintorescos que posee la Quebrada de Humahuaca. Su nombre significa en quechua, "pueblo del león" y poco se conoce sobre las fechas exactas en que se produjeron los primeros asentamientos del hombre.
Fue hace miles de años, eso resulta una obviedad que se ratifica por la innumerable cantidad de objetos que aún hoy se siguen encontrando en las proximidades del pueblo, así como también en los cerros que la rodean.
El más famoso de los cerros
Entre éstos, se destaca el más famoso, que incluso ha popularizado a la ciudad que lo cobija: el Cerro de los 7 Colores. Lleva ese nombre debido a las diferentes pigmentaciones que adquieren los minerales que forman sus paredes. Este cerro es parte de la cordillera Oriental y está ubicado inmediatamente al oeste del núcleo poblacional de Purmamarca. Su mejor vista se logra desde el camino principal que tomamos luego de haber dejado la ruta 9 para internarnos en sus inmediaciones.
Resultado de una compleja historia geológica, sus distintas capas de colores son consecuencia inmediata de la acumulación de sedimentos marinos, lacustres y fluviales que desde hace más de 600 millones de años se fueron depositando en la región y que luego, por movimientos tectónicos que influyeron en la aparición de estas montañas, adquirieron la ubicación que hoy deja ver.
Su belleza hizo de él la imagen de difusión del norte argentino en casi todos los rincones del mundo adonde ha llegado la folletería local de Argentina. Su mejor hora para observarlo es desde cuando comienza a salir el sol hasta el mediodía, cuando el sol refleja en la montaña la luz adecuada para que ninguno de los pigmentos pase desapercibido para el ojo humano.
La Iglesia de Santa Rosa
Consagrada a Santa Rosa de Lima, cuya fiesta patronal se celebra el 30 de agosto, Purmamarca cuenta con una de las capillas más pintorescas de la quebrada.
Declarada Monumento Histórico Nacional en el año 1941 y de arquitectura sencilla, muros de abobe, techo de cardón y torta de barro, sus imágenes interiores y pinturas cuzqueñas del siglo XVIII, hacen el deleite de los visitantes, y por supuesto, de los fieles.
Desde la ruta 9, lo primero que emerge de entre los árboles es la cúpula de su torre y a medida que se avanza es posible apreciar su fachada entera, antes de llegar al centro del pueblo. La construcción inicial de la iglesia dataría del año 1648, según la inscripción del dintel de la puerta de entrada, y sirvió para definir las líneas directrices con que se trabajaría el estilo arquitectónico del pueblo.
La plaza principal es otro de los puntos de interés que no pueden dejar de visitarse. Inundada de colores, objetos y sonidos, reúne en el interior y alrededor de la manzana que ocupa, toda la artesanía del norte argentino.
Aguayos, mantas, frazadas, ponchos, mates, instrumentos musicales, sombreros, vasijas, tinajas, platos, ollas, y otras formas de cerámica pueden encontrarse allí. Todo vale, incluso pedir rebajas a la hora de comprar algún recuerdo. Los sombreros de decenas de colores, de ala ancha y confeccionados en los telares de tejido son sin dudas uno de los objetos más característicos de la región.
En cuanto a la gastronomía se refiere, las empanadas de carne, queso de cabra y charquí pueden probarse en cualquiera de los puestos que rodean la plaza principal. El locro, las humitas y tamales son protagonistas también de las aventuras gourmet que pueden disfrutarse en la ciudad colonial.
Purmamarca es todo esto y mucho más. Un lugar donde es posible caminar sus desoladas calles pensando en encontrar algo, aunque no se sepa qué se busca. Un lugar en el mundo donde el silencio es interrumpido sólo cuando la naturaleza lo decide. Y donde el hombre sólo escucha.