En un paseo de día completo, recorrimos el tramo que une Purmamarca con las Salinas Grandes y nos sorprendimos ante la obra del hombre en perfecta sincronización con la madre naturaleza.
La Cuesta del Lipán es el camino que debe tomarse para unir Purmamarca con Salinas Grandes. Pero no es sólo un camino. Es un premio al ingenio humano que, con esfuerzo, dedicación y, por sobre todo, conocimiento, logró que el paso del hombre pudiese incorporarse a la perfección que posee la naturaleza. Increíble y majestuoso a la vez.
En nuestro caso, llegamos a Salinas Grandes luego de haber recorrido la famosa ciudad ferroviaria de San Antonio de los Cobres y de apreciar las bondades del recorrido del conocido Tren de las Nubes y de sus más famosos viaductos, puentes, rulos y túneles, además de paisajes increíbles.
Desde Salinas Grandes emprendimos la vuelta hacia Purmamarca, pero lejos estábamos de imaginar los participantes de la excursión lo que encontraríamos a medida que perdiéramos altura.
El guía local había anunciado durante todo el desarrollo de la excursión que tenía una sorpresa para nosotros. “Ya llegará el momento adecuado para que se enteren. Lo único que puedo adelantarles es que es un regalo que les voy a hacer a cada uno de ustedes y que no podrán olvidar nunca.” No dijo más nada.
Lo cierto es que, ya alejados de las Salinas y de la famosa ruta 40, comenzamos a adentrarnos en la ruta provincial 52. Algunos kilómetros pasaron y, entre curvas, contracurvas y precipicios increíbles, nuestro guía, después de todo aquel día un amigo más, volvió a pronunciar palabras.
“Estamos llegando. Desde ya les cuento que ésta es la excursión que más me gusta. Cuando yo les avise, van a cerrar los ojos, todos, no vale hacer trampa, y van a esperar. El chofer va a detener la camioneta y yo les voy a avisar cuándo los abren nuevamente. Cuando cuente tres los cierran. Uno, dos, tres…”
Todos hicimos caso. Sentíamos que la camioneta comenzaba una evidente bajada. El regalo, pensamos, era o un paisaje o una situación o un lugar totalmente increíble.
Y esto sucedió. La camioneta se detuvo lentamente y no había el guía terminado de decir “ahora” que todos los presentes ya habíamos abierto los ojos y quedado asombrados por lo visto.
Desde la cima de una montaña, un precipicio increíble nos mostraba una inmensidad de montañas de colores verdes, grises y marrones, erosionadas por el viento, el agua y, por supuesto, por el paso del tiempo.
Pero lo que más llamaba la atención era el laberíntico camino que construyó el hombre para traspasar los límites que marca la naturaleza y poder comunicarse. La Cuesta del Lipán, hoy pavimentada, es una perfecta obra de arte de la ingeniería moderna que obliga a pensar cuál es el rol de los hombres dentro de la naturaleza.
Aquí, el esfuerzo humano ha logrado hermanarse con la “Pachamama” y ha aportado una obra que de por sí es un atractivo turístico, aunque el protagonista haya sido el hombre.
Pasaron casi 30 minutos y ninguno de los presentes podía dejar de acompañar con la vista el recorrido que realizan los autos a través de este camino, que por momentos no tiene nada que envidiarle a los grandes circuitos de Rally y Formula 1 del mundo.
Luego de unos minutos más de contemplación, emprendimos la vuelta hacia Purmamarca. Pero ahora venía lo mejor. Encarar la bajada era lo que deseábamos cada uno de los presentes.
Y hacia allí fuimos. Observábamos cómo el laberíntico camino nos iba mostrando las montañas y cerros más hermosos.
Camino milenario y virgen a la vez, donde el viento, las montañas y los cactus han sido los vigías de una de las pocas obras de arte viales que ha hecho el hombre. Y que aún hoy, a decenas de años de su construcción, sigue impactando a locales y visitantes como la primera vez…
Paseos relacionados:
Iruya
Dejando Purmamarca se puede llegar hasta la bella Iruya, una de las poblaciones más lindas del Norte
Salinas Grandes
Una de las mayores depresiones de la provincia con más de 12.000 hectáreas de sal a cielo abierto