Después de una excursión marítima, nada mejor que deleitarse con los productos de mar en una interesantísima propuesta gastronómica en el puerto de Rawson.
La navegación en busca de las toninas overas deja al visitante en una especie de mutismo mágico. El azul del atlántico, el amarillo de los pesqueros y el marmolado de los delfines embrujan, embriagan y dejan los sentidos llenos de mar.
Por esa razón, cuando el viajero vuelve al puerto de Rawson después del espectáculo ofrecido por las acrobáticas toninas, con sus saltos y volteretas, puede optar por que la experiencia marina continúe.
Es entonces cuando se le ofrece al paladar una visita al mejor lugar del puerto: la cantina Marcelino.
En la mesa de Poseidón
Ambientado con lo más característico del folklore pesquero, el salón de la cantina Marcelino está emplazado frente al puerto de la ciudad de Rawson. La carta que ofrece es amplia y variada, pero los mariscos y los pescados son los platos que han consolidado la reputación del lugar.
La cantina Marcelino fue fundada en el año 1971 por doña Guina de Luca Gonzales, abuela de los propietarios actuales. El nombre que lleva hoy el lugar es de quien fuera esposo de doña Guina, don Marcelino Gonzales, uno de los primeros pobladores, quien arribó a la región en el año 1955 para participar de la construcción de la escollera norte.
Los años pasan, pero la calidad, la higiene y la buena atención se mantienen como en el primer día, motivos de sobra para que sea recomendado por todos los rawenses cuando el viajero pregunta por el mejor lugar para comer.
En una de las paredes se puede observar una vitrina con los trofeos del camarero estrella de la cantina, el señor Carlos Rocco, quien fuera campeón en los torneos regionales de mozos, galardonado en el año 1982 con el título de Campeón Sudamericano de dicha disciplina.
Si el viajero tiene suerte, será atendido por esta eminencia de la gastronomía local, que aún hoy atiende en la cantina.
Para comenzar con la experiencia gastronómica, se recomienda al visitante la picada de frutos de mar, la cual invade la mesa con más de veinticinco cazuelitas que llevan pulpo, cornalitos, rabas, cholgas, vieiras, calamares, salmón, caracoles, pejerrey y diferentes tipos de salsas para acompañar estas delicias.
Cuando el comensal va terminando la abundante entrada, los platos principales aparecen en escena para evitar la capitulación gastronómica. Aceptando la sugerencia del mozo, el abadejo Rocco corona la mesa, acompañado por una salsa de panceta ahumada, pimienta, crema y cebolla de verdeo, sin olvidar una fantástica guarnición de papas a la española.
Finalmente, la carta de postres ofrece diferentes opciones, aunque recomendamos un clásico: flan casero con dulce de leche.
Al terminar, los viajeros se retiran satisfechos, lamentando no vivir cerca del puerto para poder disfrutar asiduamente de los placeres que ofrece la cantina Marcelino. Se lo aseguramos: todos, sin excepción, prometen volver.