Enclavado sobre las barrancas del río Paraná, el Monumento Nacional a la Bandera, exhibe su hermosura, para que los visitantes del mundo aprecien los colores del emblema patrio.
La ciudad de Rosario se vio marcada por un hecho histórico cuya relevancia trascendió el ámbito local, imprimiendo un hito en la historia nacional: la enarbolación de la Bandera Nacional creada por Manuel Belgrano, sobre las barrancas del río Paraná el 27 de Febrero de 1872.
Este importante acontecimiento fue orgullo de toda la población rosarina que bregó por erigir un monumento que conmemorara aquel episodio.
Hoy, Rosario tiene la responsabilidad de mostrarle al mundo el Monumento Nacional a la Bandera, único en su tipo, enclavado en las históricas barrancas del Paraná, aquellas que vieron nacer los colores de la Patria.
Estando en la ciudad, era parada obligada aquel monumento del que sólo teníamos una “fresca” imagen a través de los billetes de diez pesos.
Una jornada parcialmente nublada nos recibió en la mañana invernal de Rosario.
Apenas unos tibios rayos de sol alcanzaban a filtrarse por el plomizo cielo.
Observamos a la gente a través de la ventana del bar del hotel, y percibimos que sería mejor volver a nuestra habitación en busca de más abrigo.
Lola Mora y el Pasaje Juramento
Salimos con dirección a la obra. Caminamos por la peatonal Córdoba hacia el río Paraná. Llegando a la plaza principal 25 de Mayo, el campanario de la Iglesia Catedral marcaba, con sus campanadas, que eran las diez de la mañana. A su izquierda, se encontraba el Palacio de los Leones –donde funciona la Municipalidad de Rosario– y entre ellos, la entrada al Pasaje Juramento, que nos conduciría directamente al monumento.
Al transitarlo, observamos un extraordinario grupo escultórico de la artista tucumana Lola Mora. Llamaron nuestra atención las estatuas de La Victoria, La Libertad, La Madre, Belgrano y La mujer y el niño. Este camino se inauguró en el año 1997, concretándose así la idea original del Intendente Quiroga del año 1910: unir la plaza 25 de Mayo con el río.
Al fondo se erguía, entre los elevados edificios que lo circundan, el esperado Monumento a la Bandera.
El esplendor del monumento
Caminamos hasta llegar al Propileo –una de las partes del monumento– donde nos detuvimos para observar la llama votiva, que arde permanentemente en honor a los muertos por la Patria.
Cautivó nuestra atención el relato de una joven guía que explicaba a los visitantes sobre su ornamentación. “El diseño del monumento de La Patria a su Bandera pertenece a los escultores José Fioravanti y Alfredo Bigatti y a los arquitectos Ángel Guido y Alejandro Bustillo. La obra se inauguró el 20 de Junio de 1957” –explicó la guía a los turistas.
Gracias a ella supimos que la obra consta de tres partes: la torre con la Cripta de Manuel Belgrano, desde donde se puede ascender al mirador, el Patio Cívico y el Propileo –donde estábamos parados– debajo del cual se encuentra la Sala de Honor a las Banderas de América.
Decididos a saber más, seguimos la visita guiada por el monumento. De esta manera aprenderíamos más de él. “Está construido en mármol travertino, sin patinar, traído desde la provincia de San Luis. De estilo renacentista, fue concebido en escala grandiosa, ocupando una superficie de diez mil metros cuadrados.” –continuó la especialista.
La enseña que Belgrano nos legó
Así transitamos a lo largo y a lo ancho el imponente bloque escultórico. Supimos que su forma representa a la Patria, con forma de nave, que avanza en el mar de la eternidad hacia sus mejores y más grandes destinos, abriéndose paso impetuosamente, entre elevadas olas separadas por su cortante proa.
Pasamos por la escalinata cívica, el Propileo, ingresamos a la Cripta de Belgrano y debajo del monumento –por calle Santa Fe– conocimos la Galería de Honor de la Banderas, donde se exhiben los distintos emblemas de los países del mundo, presididos por la Bandera Argentina.
Fue gratificante detenernos en cada detalle del monumento. Cada figura que lo conforma tiene una explicación, un motivo. Realmente emocionante.
Culminada la visita salimos en busca de una perspectiva más amplia, para poder apreciar el monumento en su conjunto. Transitamos sin voltearnos hasta la orilla del río Paraná. Nos dimos vuelta y allí estaba, con todo su esplendor, sobre el mástil mayor de treinta metros de alto, la majestuosa bandera de mi Patria.
Ondeando solemne frente al monumento, sus ocho metros de largo por cuatro de ancho, dejaban ver claramente sus colores celeste y blanco, con el sol en el medio bordado por las laboriosas mujeres rosarinas.
Silenciosos y sonrientes, contemplamos la grandiosa obra, ícono indiscutido de la ajetreada y viva ciudad de Rosario.