Tomar sol, hacer caminatas, salir a navegar o sencillamente contemplar el entorno montañoso son algunas de las actividades que se pueden realizar a orillas del lago Lácar.
La bahía del lago Lácar está encerrada entre los cerros Bandurrias y Comandante Díaz y ahora tiene una nueva costanera, a pocas cuadras del centro. Es atractiva todo el año pero cuando las temperaturas del verano y los vientos permiten ir a la playa, se ve aun más interesante y se disfruta a full.
En el año 2009 fue remodelada y puesta en valor, con lo que se logró la integración visual de los distintos sectores dedicados a las actividades náuticas.
Caminamos por su suelo adoquinado y su amplio deck de madera con desniveles a modo de escalones hasta descender a la playa de arena, donde ya había gente tomando sol y refrescándose en el agua. Una casilla en alto nos mostró la presencia de bañeros que brindan tranquilidad a los bañistas.
Un amplio muelle techado en forma de L llamó nuestra atención y hacia allí fuimos a tomar fotografías con un fondo montañoso increíble. Su línea arquitectónica es similar a la de las construcciones de la zona y su amplitud permite el amarre de varias lanchas de pasajeros a la vez.
Se pueden realizar paseos cortos o largos, según se elija Quila Quina o Hua Hum como destinos por vía lacustre. Quienes deseen bajar sus lanchas particulares pueden hacerlo en una cómoda rampa donde el personal de prefectura solicita habilitación náutica y elementos de seguridad antes de la partida.
Estacionados a pocos metros de la costa y mecidos por el viento, varios veleros esperaban el momento de salir a navegar. Allí también vimos infinidad de kayaks en alquiler que permiten vivir una experiencia única flotando y remando en las inmediaciones con total seguridad.
El movimiento de la costanera comienza con los amantes de las caminatas, que madrugan para aprovechar el primer fresco de la mañana y las playas desiertas. Luego llegan los que prefieren sentarse en sus reposeras a asolearse relajadamente en un horario aún tranquilo.
La playa comienza a poblarse cuando llega el mediodía. De a poco van llegando las familias, los jóvenes y las parejas, y el movimiento no decae hasta que los últimos rayos del sol desaparecen detrás del cerro Bandurrias y la brisa fresca se hace sentir. Algunos días se forma una bruma de colores pastel que no se olvida así nomás.
Muchos jóvenes sanmartinenses tienen la playa y costanera como lugar de encuentro y son los que le dan color a la tarde. Los turistas como nosotros llegamos para disfrutar del aire libre si es que no hemos organizado algún paseo por los alrededores. Mate, gaseosas y algo dulce son los típicos compañeros de cada grupo.
“Esta escultura de una familia de ciervos es un símbolo característico el pueblo y estuvo ubicada en distintos puntos de la ciudad”, nos comentó una señora cuando nos sentamos en unos bancos de madera en la plazoleta y los admiramos.
Aprendices de timonel
Descubrimos también una escuela de kayak donde unos chicos muy pequeños y resueltos hacían piruetas con sus grandes remos. Luego en el skate park nos quedamos unos minutos viendo cómo varios jóvenes con indumentarias particulares aprendían el arte del mini ramp preparándose, quizá, para el torneo del mes de febrero donde también se practica graffitti, beatbox, hip hop y rap.
Algunos restaurantes y confiterías tradicionales de la ciudad continúan al otro lado de la calle. Durante todo el día ofrecen su excelente gastronomía, con paisaje incluido a través de sus grandes ventanales. De noche son una buena excusa para tentarse con algo rico y pasear por la nueva costanera iluminada.
Las playas del centro son para todos: locales y turistas. Un momento de descanso permite acercarse y estar en contacto con la naturaleza. A cambio, la naturaleza sólo pide que se la cuide y mantenga limpia.