La mejor manera de conocer las sierras tandilenses es a caballo. Por eso, desde hace años las cabalgatas se mantienen como un clásico a la hora de elegir un paseo…
Folclore criollo
Andar a caballo es una sensación hermosa. Pero el folclore mismo de semejante empresa comienza en los preparativos previos, mucho antes de subirnos al potro o a la yegua. No por nada, Gabriel Barletta, desde hace más de veinte años, se encarga de explicar a cada grupo de turistas que visita su campo todo lo que tiene que ver con sus caballos.
Estas explicaciones implican desde el arte de ensillarlos, enseñar sus nombres, las distintas razas y pelajes, hasta el gran secreto de cómo se los debe tratar para que obedezcan cada una de las órdenes que vendrán por parte del jinete, a veces experimentados y otras no.
Habla de monturas y explica que las hay mexicanas, de pato, inglesas, cordilleranas, chilenas y criollas, y la lista sigue. Muestra arriba de un padrillo los distintos andares que posee cada caballo. Se detiene a comentar que aquel caballo es un zaino, y que esta palabra en árabe significa “traidor” y que alazán, también en árabe, significa “canela”. Y todas estas referencias van sirviendo para que los turistas se familiaricen con los caballos y dejen de lado sus miedos y prejuicios. Conocimientos previos que por supuesto les despiertan el ánimo de montar.
Y así llega el momento crucial en que se asigna a cada uno de los jinetes un determinado caballo, tanto por su experiencia al andar como por su personalidad. Hay quienes gustan trotar, galopar e incluso correr, mientras muchos otros, por el contrario, prefieren un andar suave que les permita simplemente vivir un momento diferente, nada más. Para ellos están los caballos nobles.
Reserva del Tigre
La Reserva del Tigre es un lugar muy particular para recorrer y casi todas las cabalgatas organizadas la eligen como destino para sus grupos, junto a la Sierra Don Bosco, Las Dinas, el cerro Centenario y la piedra de la Virilidad.
La del Tigre es una reserva natural de 140 hectáreas que, además de su propia flora, posee animales autóctonos que abundaban en otras épocas y que hoy están siendo protegidos de su extinción. Por eso durante los recorridos es posible cruzarse con algunos de ellos.
Gabriel no deja de ser un verdadero personaje típico del campo argentino: su vestimenta, su manera de hablar, sus historias y anécdotas hacen que el paseo se torne increíble.
Asegura que el valor agregado que tienen estas cabalgatas es que permiten un reconocimiento autóctono y exótico de las sierras, una especie de ecoturismo que logra que el visitante se sienta parte de la naturaleza, conociendo las sierras de otra forma, algo que no se entendería si se las recorre en automóvil. Por eso es que para él hay que elegir el caballo adecuado para cada persona. Y si se cabalga en grupos hay que llevar “comodines”, los caballos más tranquilos y de mayor experiencia.
Mientras cabalgamos vamos dejando atrás lugares realmente bellos: sierras, valles, bosques e incluso campos sembrados resaltan por su belleza. Es increíble la facilidad de los caballos para meterse en todos lados.
Hasta podemos hacerlos nadar. Así, ante la incrédula mirada de todos, Gabriel y su padrillo encaran una pequeña laguna de casi tres metros de profundidad y comienza una natación para la foto, que termina en tierra firme, mojados pero victoriosos.
Abrir tranqueras, pasar y cerrarlas es estar cerca de las mismas sensaciones que tenían los gauchos o los indios hace mucho tiempo.
Internarse dentro de la naturaleza sin que haya un corral o alambrado al costado, es posible todavía en las sierras tandilenses, donde incluso durante el ocaso del día empieza otra historia. Una que a la luz de la luna sirve de escenario ideal para largas mateadas, cuentos, poesías, guitarreadas y asados bien argentinos, que constituyen otra de las alternativas de este tipo de cabalgatas. Porque no sólo de caballos vive el hombre….