Además de emplearse en el tratamiento de múltiples procesos patológicos y para la prevención de afecciones diversas, las aguas termales poseen estas características generales:
* Tienen efectos revitalizadores sobre células y tejidos.
* Generan resultados analgésicos y antiespasmódicos.
* Depuran la sangre.
* Reactivan el metabolismo.
* Su alto PH es beneficioso para tratar enfermedades de la piel.
* Pueden combatir contracturas e hipertonía muscular.
* Los baños entre 30 y 34° C mejoran la circulación sanguínea.
* Los baños entre 35 y 37° C son sedantes.
* El hierro y el manganeso contribuyen en procesos de recuperación de la piel en afecciones como la psoriasis, por ejemplo.
* La presencia de sulfatos es beneficiosa para combatir las afecciones respiratorias crónicas, por ejemplo, el asma.
Por todas estas características, el turismo termal gana cada vez más adeptos entre quienes pertenecen a las generaciones más jóvenes, que ahora ven las termas como un lugar no sólo para encontrarse sino para hacer un alto y salir de la rutina, además de relajarse. Saladas o dulces, las termas permiten lo mismo: tener tiempo para encontrarnos con nosotros mismos y mirar hacia adentro, la mejor de todas las curas.