Cada vez que llegamos a la ciudad de San Carlos de Bariloche, el inmenso lago Nahuel Huapi nos recibe y logra captar nuestra atención. A lo largo de las vacaciones, las distintas atracciones turísticas en este confín sureño nos atrapan y el lago pasa a otro plano.
Nos propusimos dedicarle un tiempo extra a entender sus mensajes. Para ello, lo enfrentamos tanto los días de viento como los de sol y notamos cómo esos millones de moléculas de agua que lo forman sienten el impacto ante los fenómenos naturales.
Cuando el cielo permanece abierto, de ese color azul celeste único de la Patagonia, el Nahuel Huapi permanece sereno y de un color azulino fuerte que ofrece al entorno un brillo perfecto. En cambio, con los vientos fuertes del oeste, el lago aparece con un aspecto grisáceo, agresivo, como defendiéndose de un ataque; hasta presenta olas que llegan a la playa con fuerza.
Qué decir de los momentos en que se lo nota de color turquesa, como consecuencia de algún movimiento de sedimentos o de algas en los sectores más profundos. También llegan a su cuenca ceniza volcánica o restos de vegetación arrastrados por las lluvias que alteran su aspecto. Todo en él tiene vida y por eso nada es estable.