Esta impactante travesía culmina en el complejo termal de Copahue, adormecido por las bajas temperaturas invernales.
El centro de esquí de Caviahue cuenta cada año con mayor cantidad de adeptos. Se ha convertido en un espacio para la familia gracias a su ambiente tranquilo, a la nieve espectacular y a las excelentes pistas. Pero también por otras actividades deportivas que agregan adrenalina a las vacaciones. Una de ellas es una excursión con motos de nieve a campo traviesa para conocer el pueblo escondido de Copahue.
Elegimos el día perfecto: ni una nube y nada de viento. Queríamos aprovechar la nieve nueva de la mañana para cortar camino hacia la población vecina sobre motos de última generación: ligeras, ágiles y de muy fácil manejo. Cuentan únicamente con acelerador y freno y es importante lograr el balance entre velocidad y estabilidad.
Aprestar motores
Partimos junto a Abel Valdebenito, nuestro guía y baqueano, y nos adentramos en la montaña virgen en una primera etapa de ascenso. Sorteamos enormes rocas y algunas hondonadas mientras nos acomodábamos a la potencia del motor en movimiento. Aprendimos a mover el cuerpo de derecha a izquierda para encarar curvas y mantener el equilibrio necesario.
El silencio era casi completo y solo se interrumpía con el roce de los esquíes delanteros de la moto sobre la nieve. La oruga de la parte trasera la apoyaba en el terreno.
Realizamos varias paradas para sacar fotos y ver que todo estuviera en orden. En una de ellas conocimos la vieja hostería del personal de Gendarmería Nacional, junto a la laguna termal llamada Las Máquinas. Varios hombres del grupo probaron las aguas barrosas, junto a otros muchachos que ya se encontraban sumergidos. Al costado, en medio del campo nevado, varias fumarolas despedían sus burbujas y vapor a alta temperatura.
Encaramos la última parte de la travesía para alcanzar Copahue. Este centro termal abre en el mes de diciembre y permanece activo hasta el mes de abril siguiente. Durante el invierno, sus construcciones quedan totalmente cubiertas por la nieve y los pobladores emigran hacia otras localidades.
Nos dio cierta emoción pasar por un viejo hito fronterizo donde se leía “Argentina” y “Chile” y entender que estábamos justo en el límite con el país hermano.
Cuando finalmente llegamos al mirador de Copahue, la vista fue sorprendente. El entorno inmensamente blanco rodeaba las piletas termales, que permanecían descubiertas debido a la temperatura. El guía contó: “Cuando termina el invierno, el pueblo despierta de a poco, se rehabilitan las instalaciones y se despejan las calles con topadoras”.
Aprovechamos una bajada hacia los edificios principales del complejo para dejar la moto y hacer el recorrido a pie. Utilizamos una pasarela central y nos llegó el fuerte aroma sulfuroso de la laguna del chancho.
Dimos una vuelta por los hoteles, cabañas y edificios, que solo mostraban la parte alta de sus techos. Al despedirnos, tuvimos la sensación de observar un pueblo fantasma invadido por una bruma grisácea, con fuertes vapores en suspensión. En contraste, durante el verano es un constante ir y venir de personas que aprovechan las características de las aguas que emergen de la tierra. Sus propiedades terapéuticas son infinitas.
Mientras regresábamos hacia Caviahue, nos sentimos más confiados en el manejo de las motos y disfrutamos de esa sensación de placidez que ofrece el deslizarse sobre la nieve. Otra vez, solo se veían nuestras huellas sobre el manto blanco mientras el resto permanecía impecable y planchado.