A metros del Lago del Desierto, el sendero al glaciar Huemul es uno de los más atractivos para conocer en El Chaltén. Con un bosque único, es sin duda uno de los sitios más hermosos para hacer trekking.
El nombre del pequeño ciervo huemul ha bautizado uno de los glaciares más hermosos de la región. El camino para llegar a él obliga al caminante a efectuar un trekking distinto, cuyo premio se encuentra al final del camino.
Este camino parece fácil, ya que al principio el terreno es lo suficientemente plano como para que el caminante avance sin dificultad en forma rápida y constante, y logre realizar gran cantidad de metros sin gastar tanta energía. Pero en cuestión de minutos el paisaje cambia por completo y el camino toma otro sentido distinto; se oscurece por momentos, se vuelve más trabado por otros y comienza a inclinarse hacia arriba a medida que avanzamos. Es decir, tenemos que empezar a subir.
El bosque, gris por momentos, verde seco por otros y marrón hacia el piso, adquiere una fisonomía distinta a la de la mayoría de los senderos luminosos que se pueden recorrer en El Chaltén y sus alrededores.
Emprendimos la subida hacia el glaciar Huemul, al cual se llega luego de realizar una ardua caminata de una hora que vale la pena pese a su nivel de exigencia moderado.
“Distinto a todo, para muchos el mejor”, fue lo que nos dijeron en el hotel cuando contamos que esta sería la excursión elegida del día. Y no se equivocó el mozo. El sendero atraviesa un bosque milenario que por momentos se torna extraño y nos recuerda la película El señor de los anillos.
Caminar, caminar y caminar. Esa es la consigna y hay que trepar para llegar a la meta. Por momentos el camino hace un zigzag entre los árboles, por lo que tener bastones o un palo se torna imprescindible para subir de la mejor manera posible sin poner en riesgo nuestro andar.
La belleza de este glaciar y de su sendero no solo radica en sus hielos o nieves eternas que forman parte de las montañas que lo protegen, sino también en sus alrededores que hacen de su vista una verdadera postal.
Cerca de la meta, una pendiente, que parecía ser la última, nos hacía intuir que estábamos llegando y debíamos realizar el esfuerzo final. Del otro lado se encontraba el premio tan buscado: la gran laguna de color esmeralda y de aguas glaciarias nos esperaba con su particular belleza. El glaciar contemplaba inmóvil nuestra fugaz presencia.
Panorámicas, fotos y hasta un pequeño video lograron retratar parte del momento vivido, aunque en realidad fue el cara a cara la mejor forma de entender la inmensidad y la maravilla del glaciar Huemul.
Emprendimos la vuelta y retomamos el mismo sendero. “Este bosque se encuentra encantado. ¿Pueden sentirlo?”, dijo un turista inglés mientras lo cruzábamos a nuestro regreso. Creer o no creer. Lo cierto es que el sendero del glaciar Huemul posee una magia propia que lo hace distinto a todos los demás. Hay que caminar por él para entenderlo.