Llegar hasta la base del Cerro Fitz Roy permite a quien no es escalador profesional la posibilidad de disfrutar de este emblemático cerro de cerca. Un trekking difícil que cuesta pero que al final gratifica.
El Fitz Roy es uno de los cerros más emblemáticos de una cadena que tiene forma de media luna abierta por el Este, con un eje principal con orientación Norte-Sur.
Este macizo, que anualmente recibe visitas de todo el mundo y cuya temporada para subirlo arranca en noviembre y concluye a fines de abril, está encuadrado al sur por el valle del río Fitz Roy y al norte por el río Eléctrico.
La primera meta fue llegar hasta la laguna Capri y ver si estábamos en condiciones físicas y con ganas de seguir escalando para intentar llegar hasta la famosa Laguna de los Tres, lugar emblemático que sirve de base para las expediciones que escalan el famoso Fitz Roy.
El día que nos tocó era espectacular: cálido, soleado y sin viento. ¿Qué más se puede pedir? Aunque éramos tres los que partimos juntos, nos encontramos con muchos otros caminantes a lo largo de todos los senderos.
Una hora y media es el tiempo que separa El Chaltén de la laguna Capri, una bella laguna de origen glaciario donde hicimos un alto. Después de mirarnos unos a otros, decidimos continuar hasta el próximo campamento, llamado Poincenot.
Al llegar, la pared del Fitz Roy comienza a tomar otro colorido y texturas, y hasta se pueden divisar las grietas y los caminos o rutas que utilizan los andinistas para llegar hasta la cumbre.
Mientras se bordea el río Blanco, se cruza una serie de lagunas durante la caminata. En lo que es la última etapa para llegar hasta la base del cerro, se incorporan puentes y pasos realmente hermosos.
Un pequeño refugio de madera es la antesala de la última parte del sendero, que ahora se vuelve mucho más difícil y donde es necesario ser mucho más cauteloso para no lastimarnos y llegar rápido.
Barritas de cereal, fruta, galletitas y mucha agua fueron parte de la dieta elegida durante este ascenso. La alegría de quienes bajaban nos daba fuerza para ir en busca de la famosa laguna de color turquesa y del mítico macizo de piedra llamado Fitz Roy. Así empezamos a caminar por la última parte, sin dudas la más difícil, de esta singular aventura.
Una importante pendiente que parecía no terminar nunca fue la que nos depositó en la cumbre de un hermoso filo al que llegamos dando pasos cortos; la idea era seguir siempre caminando. Mirando bien dónde se pisa entre las piedras sueltas y las más firmes, alcanzamos sin pensarlo el objetivo que habíamos comenzado a buscar hacía varias horas.
Durante el verano, la Laguna de los Tres brilla con su vivo color turquesa (esta vez se nos mostraba congelada por la nieve invernal). Se encuentra rodeada de los tres cerros que le dan su nombre y no son otros que el Fitz Roy, el Poincenot y el Torre, siluetas inconfundibles unas de otras.
Cuando llegamos, todos festejamos. No alcanzan las risas, los gritos, los aplausos y hasta el llanto para manifestar tantas sensaciones logradas en esta aventura que nos hizo avezados andinistas por un par de horas.
Con esa impresión comenzamos a volver lentamente, bajando en dirección a El Chaltén y dejando a nuestro paso las siluetas de los cerros Fitz Roy (o “Chaltén” para los aborígenes) de 3.405 m.s.n.m. y el Torre, de 3.128 m.s.n.m., dos de las montañas más difíciles de escalar de todo nuestro planeta.