Sobre el río Limay se han ubicado varias represas que además de producir energía eléctrica proveen sectores donde la vegetación y la fauna han prosperado.
¿Adónde ir sin viajar mucho y que todos los integrantes de la familia puedan disfrutar del aire libre, cada cual a su manera? La propuesta era el dique Arroyito y hacia allá fuimos.
Así como Villa El Chocón creció y se desarrolló a partir de la represa y del lago artificial que hoy muestra con orgullo, otro sector del río Limay dejó atrás la monotonía de la estepa.
La construcción del dique Arroyito posibilitó enviar más energía eléctrica a distancia e hizo del lugar algo más vistoso, con buena vegetación, aguas de un color turquesa magnífico y la posibilidad de acampar en un lugar tranquilo.
Desde Villa El Chocón, tomamos la ruta nacional 22 hacia la ciudad de Neuquén y a solo 25 kilómetros a nuestra derecha encontramos el desvío que nos llevó a destino.
Al llegar nos ubicamos sobre las orillas de un arroyo, con buena sombra y reparo de sauces y álamos en un espacio tan grande como lo deseábamos. Mientras algunos pescaban (o intentaban hacerlo), otros jugaban con una pelota. El abuelo se dedicó a hacer el asado y llamar a comer en el momento oportuno.
Todos encontramos qué hacer en ese lugar natural. El espejo de agua lucía un color turquesa que no habíamos visto antes, los árboles mostraban tantos colores como especies distintas viven allí.
“Nos vamos a caminar”, las señoras tomaron la iniciativa y utilizaron uno de los muchos senderos que surcan el predio. De paso, averiguaron que se podía llegar hasta la represa, observar su embalse, y que existen circuitos para mountain bike para llegar en bicicleta desde Neuquén o Cipolletti.
“Venimos a menudo cuando las nidadas de calandrias, garcitas o biguás lo permiten. Tratamos de no molestar pero somos aficionados al avistaje de aves y, en ese aspecto, este reservorio es importante para conocer el comportamiento de ciertas especies”, contestó un señor a quien interrogamos al verlo con unos binoculares de gran tamaño. Era cierto: a pesar de la presencia de gente en el lugar, se escuchaba el cantar de los pájaros.
Así, llegó el final de la tarde y mientras desandábamos el camino a casa nos dimos cuenta de que el dique Arroyito debe ser valorado. Por un lado, la naturaleza ha sido generosa con el lugar y por otro el hombre, al realizar una obra monumental, le ha dado valor agregado a este espacio natural y público.