Caminando por los alrededores de la ciudad, percibimos los aromas típicos de las plantaciones perfumadas y averiguamos acerca de sus orígenes.
A lo largo de los años, la ciudad de El Soberbio tuvo como fuente de ingresos las producciones agrarias y la explotación de sus bosques nativos. En el último tiempo, se ha hecho conocida como Capital de la Esencia por los cultivos de citronella, lemon grass, geraniol, etc.
Estos monocultivos, junto a los del tabaco y el tung, se impusieron como una manera de dejar descansar las explotaciones forestales, afectadas por leyes que las defienden contra la tala indiscriminada.
Nació así la costumbre de sembrar citronella, una planta perenne de poco mantenimiento que conserva el suelo y permite dos cosechas anuales. Pero aun es más curioso saber que en sus primeras etapas se impuso como repelente para ahuyentar tanto mosquitos como otros insectos de la zona que producen zoonosis.
La producción local se industrializa para obtener aceites esenciales y así es como se arma la cadena comercial: productores, acopiadores, alambiqueros, vendedores mayoristas y minoristas.
Como parte del agroturismo local, pudimos acercarnos a conocer la “casa-taller-museo” de Carlos Yunis, un investigador autodidacta dispuesto a hacernos conocer su laboratorio. Con diversos procesos demuestra como se convierten en aceites esenciales y extractos más de cien especies vegetales que ha estudiado. A partir de sus hojas y con ayuda del alambique, se produce vapor y luego se destila el aceite, que se debe condensar posteriormente para su enfriamiento. La resinas del té, de la yerba mate o el tabaco no tienen secretos para él. Se obtienen así desde desinfectantes hasta perfumes afrodisíacos.
Si bien en la zona del Alto Uruguay aún se continúa con el cultivo del tabaco y la yerba, los precios que se pagan por las aromáticas las hacen más rentables. Las más conocidas en plaza son la citronella, el cedrón y el geraniol, y se sigue experimentando. Nos dijeron: “La citronella gotea el año entero, ni la sequía ni el granizo la afectan, su único enemigo es la helada”. Además, sabemos, la industria de la aromaterapia se ha puesto de moda.
A su vez, los lugares de alojamiento son acompañados por una naturaleza exuberante. Sobre el camino que lleva a los Saltos del Moconá se ha instalado gran cantidad de cabañas y hoteles cuya principal característica es haber sido construidos en armonía con el entorno selvático. En su arquitectura prima la madera, los grandes ventanales y los espacios para la relajación. Desde cada habitación y cada espacio exterior se vive la infinita gama de verdes de las plantas, sus aromas y los gorjeos de los pájaros, sin importar la hora del día. Enormes palmeras, plátanos y guambés parecen ingresar sin permiso a las habitaciones y a las zonas de servicios.
De día, el sol fuerte impide los paseos por las calles; los pocos transeúntes que se animan a transitar las caminan despacio y protegiéndose con sombreros o sombrillas. Es al atardecer cuando la brisa parece estar más cargada de aromas a menta, a citronella y a otras especies que, como los jazmines y los pinos, regalan sus perfumes.