Es inevitable toparse con ella cuando se realiza la excursión para conocer los Saltos del Moconá. La piedra Bugre guarda parte de la historia de los guaraníes y otras tribus aborígenes, y permanece aislada desde hace millones de años.
Sabíamos de la existencia de ella por la información que nos dieron en la entrada al parque provincial Moconá y porque antes de llegar a la zona habíamos estado investigando sobre la historia del lugar, sus anécdotas, y consultado a viejos vecinos sobre lo que no nos podíamos perder en nuestra visita.
Sabíamos que el punto de embarque desde donde parten las excursiones en semirrígido para hacer el avistaje de los saltos fue bautizado con su nombre: Piedra Bugre, y hacia ella fuimos, a verla, a entender por qué le adosan a este lugar tanta historia.
Los guaraníes que habitaron esta zona superior del río Uruguay llamaban a este río “Río de los Caracoles” por la gran cantidad de vueltas que da en su curso. Más allá de que corre encajonado, no deja por eso de ser correntoso.
Capricho de la naturaleza divina, la piedra Bugre es una formación rocosa que puede verse en el medio de este angosto río Uruguay. Divide los países de Argentina y Brasil y oficia de embarcadero para realizar la excursión para avistar desde el agua los famosos Saltos del Mocona (del lado Argentino). Esta piedra en realidad se divisa en el medio del caudaloso y profundísimo río y cuando hay caudal muy bajo, puede servir para unir ambas orillas.
Cuentan las leyendas que los aborígenes que habitaron esta zona utilizaron esta piedra desde tiempos inmemoriales para cruzar a la margen opuesta del río, de la que la separan solo contados metros. La piedra, sin embargo, no solo servía para cruzar, sino que era el lugar de encuentro de las comunidades nativas para festejar sus tradiciones e incluso resolver algunas diferencias entre los caciques más importantes de esas tribus: quien caía al agua perdía.
Algunos escritos de hombres que dejaron sus relatos de otros tiempos aseguran que los guaraníes daban a ese lugar un carácter divino y que fue allí donde acudieron para buscar respuestas ante la inminente llegada del hombre blanco hasta estas tierras.
La piedra, traicionera, no era un lugar fácil para llegar y menos para abordar, pero aseguraba a quien lo lograba la paz y tranquilidad necesaria para ver todo de otro modo, para transportarse a otros mundos.
Basta mirar la piedra con los propios ojos para imaginarse alguna de estas historias que, seguramente, fueron ciertas.