Por suerte un día espléndido, con un poco de resolana, no impediría que realizáramos la excursión y por ello nos pusimos en contacto con Fredy Iznardo –guía de turismo de aventura– quien se encarga de realizar este tipo de expediciones por el delta del Paraguay. Quedamos en encontrarnos al mediodía en la guardería náutica “Costa Brava”. De allí saldríamos a navegar para realizar un safari fotográfico embarcados.
Ubicada en la calle Rosa Vera Insfran de Molina Nº 51, la guardería cuenta con dos amplios tinglados con capacidad para albergar más de 300 embarcaciones, dos montacargas para el movimiento de lanchas menores y mayores, un portón flotante con amarradero y un ascensor eléctrico para el botado de las mismas, por lo que dedujimos rápidamente que no íbamos a tener que hacer fuerza para bajar nuestro bote.
Mientras esperábamos a Fredy se nos ocurrió almorzar en el patio cervecero que está ubicado en el mismo predio. Allí, Noemí –“la Gringa"– nos preparó un filet de surubí a la plancha, con ensalada y fritas. Como la ocasión ameritaba, acompañamos el pescado con una cerveza bien helada, industria nacional, por supuesto.
Comer a la vera del Paraguay es una sensación única. La cálida brisa del viento que baja del norte, el sonido del agua que golpea a los distintos yates que están sobre el amarre, la vista cargada por los múltiples botes pesqueros que están regados por el río, más el exquisito aroma que despedía el plato regional que estabamos consumiendo, hizo que nos relajáramos antes de lo esperado.
Tiempo de contemplación
Antes de que nos invadiera la típica modorra de la digestión, llegó Fredy con todas las energías y la cordialidad que lo caracterizó durante la expedición para que nos dispusiéramos a la aventura. Con él vino su primo Javier –“Jopy”– que se encarga de darle una “manito” durante las travesías.
Fredy Iznardo (40), formoseño de pura cepa, y enamorado de su profesión, lleva más de diez años como guía de turismo de aventura recorriendo el río Paraguay y sus afluentes. “Para mí no hay como una travesía en piragua, paleando por los riachos, en pleno contacto con la naturaleza, se escuchan los sonidos de la madre selva que mágicamente nos cautiva” –dice de corrido, con esa tonadita mitad argentina y mitad paraguaya, común en la gente que vive en contacto con personas del vecino país.
El bote se lo alquilamos a Enrique Sierra, socio gerente de “Costa Brava”, quien se encargó personalmente de bajarlo por el ascensor eléctrico. “Andá despacio Fredy, mirá que tenés la nafta justa para el paseo que van a hacer” –aconseja. Pero a Fredy le gusta la velocidad, y haciendo caso omiso, primero nos lleva río arriba hacia el Puerto de Formosa y de ese modo hacemos una rápida pasada frente al edificio de Prefectura, el mirador aéreo y la fábrica de tanino.
Del otro lado de la costa se encuentra Alberdi, una localidad paraguaya que tiene como principal recurso económico la venta de productos importados o de imitación.
Viramos 360 grados y ahora sí, con rumbo sur nos adentramos en el misterioso río Paraguay, que nace en la zona del Mato Grosso (Brasil), y recorre unos 2300 km hasta su desembocadura en el Río de la Plata. Cuenta con excelentes lugares, principalmente en sus costas por poseer grandes bancos de arena. La zona es muy concurrida para la práctica de la pesca en sus diferentes especialidades.
La embarcación que nos llevó es un casco pescador estándar que le permite a Fredy tener mucha maniobrabilidad. Posee un motor de 35 Hp, doble piso para mayor seguridad, dos butacas y un estanco en proa. Para nuestra tranquilidad también fuimos provistos de chalecos salvavidas.
El recorrido que efectuamos es de un total de 25 kilómetros, nuestro destino era navegar por el riacho y la Isla de Oro, luego por el riacho 9 de Julio, pasar por la Laguna Oca, donde se encuentra la segunda reserva de biosfera de la provincia y finalmente conocer el riacho Pykysyry.
Durante el trayecto reparamos en el intenso verde de las selvas en galería dispuestas sobre la ribera. En las copas de algunos árboles pudimos divisar a monos aulladores o "carayas" y a las garzas moras, que con el sonido del motor se asustaban y en un vuelo atemorizado nos dejaban ver el esplendor de sus alas.
El verde brillante de las selvas en galería
A medida que abandonamos el río Paraguay se sucedieron una tras otra las distintas embocaduras de los riachos. Casi sin darnos cuenta pasamos frente a la Isla de Oro, llamada así porque se cree que en su retirada durante la Guerra de la Triple Alianza, el ejército paraguayo dejó enterrada una gran cantidad de lingotes de oro por la zona. Mito o realidad, lo cierto es que el lugar es inolvidable y presenta una costa con profundas barrancas, ideales para la pesca deportiva de pacú, surubí, manguruyú y corvinas.
Durante el trayecto cruzamos más de 50 embarcaciones, todas con su tripulación dedicada a la pesca y al saludo, y digo al saludo porque no alcanzábamos a pasarlas, que la gente en su interior, muy simpática, por cierto, se disponía felizmente a saludarnos con ambas manos regalándonos también su sonrisa.
Luego de costear varios minutos, donde a cada instante nos fascinamos por las tonalidades de los árboles y los sonidos de los insectos, y esquivamos millones de camalotes que andaban a la deriva, llegamos a la Laguna Oca, donde se puede aprovechar todos los recursos naturales, pero tomando siempre los recaudos necesarios para no alterar el ecosistema del lugar. Apagamos el motor y nos dispusimos a “escuchar el silencio”, sólo interrumpido por el sonido del mate tereré cuando éste quedaba vacío.
Sobre la costa de la laguna se encuentra el camping “Curuzú la novia” que, además de un sector para acampar, cuenta con sanitarios, kiosco de temporada y zona para realizar deportes playeros.
Luego de descansar unos instantes, Fredy puso nuevamente la proa con dirección sur, rumbo al riacho Pykysyry, llamado así por derivar del vocablo guaraní pyky, “pez pequeño” y syry, “veloz o rápido”, ya que la zona cuenta con la presencia de un pececito parecido a un bagre pero más pequeño, que desarrolla una notable velocidad en el agua.
Frente al riacho se encuentra el Camping, Hostería y Estancia La Florida que posee todos los servicios para pasar unos días en la región según los gustos del huésped y ofrece una excelente variedad de platos regionales. Para acceder por tierra al lugar se debe transitar la Ruta Nac. Nº 11 y doblar en el camino vecinal que va a Colonia Aquino.
Para ese entonces los últimos rayos del día nos regalaban una inolvidable despedida.
Comenzamos a regresar y a lo lejos, el anaranjado poniente se reflejaba sobre las calmas aguas del Paraguay. La satisfacción por la perspectiva obtenida de la zona, más el relax que deja una jornada de navegación en el cuerpo, es sin dudas el mejor antídoto contra el posible estrés que uno puede traer de la gran ciudad.
Agradecidos con Fredy y Jopy –este último silencioso pero laborioso como pocos– por la magnífica travesía y la buena disposición, aprovechamos para reservar para la mañana siguiente una visita a la localidad de San Francisco de Laishi, donde una nueva aventura nos estaría esperando.