Humahuaca toma su nombre de una tribu de aborígenes que habitó la zona durante siglos, la cual fue denominada “omaguaca”, según registros de las lenguas originarias. La palabra significa “río sagrado” o “río que siempre estará”.
Cambia, todo cambia
Con la llegada de los españoles, rápidamente se puso la “h” al principio de la palabra y se rebautizó el lugar como Humahuaca, nombre que continúa hasta la actualidad y que designa a su vez toda la Quebrada de Humahuaca que nace en el pequeño pueblo de Volcán y continúa por la actual ruta 9, hasta el famoso Humahuaca.
Fue fundada como ciudad por los españoles recién a finales del siglo XVI, pero sus tierras fueron habitados por el hombre desde hace más de 10 mil años. Misteriosas ruinas, pucarás, antigales y pinturas rupestres diseminados por toda la quebrada lo demuestran continuamente.
Hasta finales del siglo XIX fue uno de los centros comerciales más importantes de las colonias del Alto Perú y llegó a su ocaso cuando la extracción de metales preciosos, como el oro y la plata, comenzó a extinguirse.
Hoy, Humahuaca, al igual que los pequeños pueblitos quebradeños, enlaza historias y tradiciones de sus raíces ancestrales, conserva creencias religiosas, ritos, fiestas, arte, música y técnicas agrícolas que son un patrimonio viviente único en el planeta. Por esta razón toda la quebrada fue declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO en el año 2003.
Sus calles angostas y empedradas, sus casas bajas de adobe, sus iglesias y su santo que sale todos los mediodías a saludar a sus creyentes y sus pequeñas plazas, además de su mercado de artesanías, son algunos de los atractivos que hacen de Humahuaca un sitio ideal para caminarlo y sentir que el tiempo se ha detenido.
Costumbres humahuaqueñas
En su iglesia principal, como así también en el Museo del Carnaval Norteño, es posible adentrarse en algunas de las costumbres que aún persisten en la región y que tienen como eje la celebración de fenómenos que muchas veces poseen un carácter divino más que terrenal.
Unas se asocian al calendario agrícola, tales como la Minga y la Señalada; otras a las fiestas patronales, como los misachicos, el culto a los difuntos y los pesebres vivientes. Y, por supuesto, el culto a la Pachamama, quizás el rito más conocido de los pueblos originarios de todo el norte argentino.
El carnaval es la otra gran celebración norteña. Participa todo el pueblo, lo cual ha hecho que se convirtiera en uno de los más famosos del país. Dura una semana entera y su preparación mantiene en vilo a las comunidades durante todo el año, hasta que llega el ansiado mes de febrero y el diablo comienza a bajar de los cerros a meter su cola, a invitar a la fiesta como sostienen muchas de las creencias populares de toda la quebrada.
Máscaras y disfraces, espejitos y rituales, aunque no se recorra el lugar durante febrero pueden observarse todo el año. Variedad de museos que muestran artesanías, folklore, pinturas y esculturas existen en toda la ciudad. A esto se suman los talleres artesanales donde los visitantes pueden observar cómo se trabaja el barro y la arcilla, origen de la vajilla típica de la región.
Cuando llega el carnaval, toda la quebrada se va vistiendo de fiesta. Los preparativos se hacen evidentes en todas las casas, en cada familia. Las guitarreadas y los bailes típicos se ponen a punto en enero. Pero febrero es el mes y no hay nadie que falte a la cita.