Los ríos de Malargüe brindan un escenario ideal para la práctica del rafting. Sus aguas colmadas de saltos y rápidos hacen que podamos disfrutar desde una embarcación del magnífico marco natural junto con una buena dosis de adrenalina. La aventura nos llevó al río Salado Superior, a unos 50 kilómetros aproximadamente de Malargüe.
Abandonamos la ciudad por la ruta 40 con dirección Norte y, tras recorrer unos 20 kilómetros, tomamos la ruta 222, que conduce al Centro de Esquí de Las Leñas. Nuestra parada fue en la localidad de Los Molles, un pequeño poblado colmado de cabañas de alquiler. Allí, descendimos por un camino hasta llegar a la orilla del río Salado Superior.
Este torrente es ideal para vivir la aventura junto a toda la familia, ya que posee un grado 2 + en la escala de ríos, lo que lo hace ideal para que grandes y chicos se sientan absolutos protagonistas sin correr grandes riesgos.
El rafting consiste en descender por ríos de montaña sobre balsas neumáticas. Al ser un deporte de equipo, es importante prestar especial atención a la charla de seguridad que brinda el guía antes de dar rienda suelta a la aventura. De esta manera todos pueden disfrutar del paseo mientras reman según las indicaciones.
Fuimos provistos de todo el equipamiento necesario para realizar la bajada del Salado. Traje seco, casco, salvavidas y polainas de neoprene fueron algunos de los elementos que debimos ponernos. Luego de pedir permiso para embarcarnos y de realizar el saludo típico con los remos arriba, la balsa dio un giro y casi sin darnos cuenta ya estábamos flotando sobre el Salado Superior.
El recorrido del rafting es de unos 10 kilómetros en total. El guía nos fue indicando con su voz de mando lo que debíamos realizar para no chocar contra las rocas.
De pronto, un gran salto se presentó ante nosotros. El vértigo y la emoción se apoderaron del momento. Debíamos remar con todas nuestras ganas para poder sortear aquel accidente geográfico. “¡Fuerza!”, gritó nuestro guía mientras utilizaba su remo como un gran timón. El agua cristalina golpeaba la embarcación salpicándonos mientras que el rostro de todos los participantes transmitía una gran emoción y un gran esfuerzo al mismo tiempo.
La embarcación pareció clavarse de punta en el rápido. Todo sucedió en apenas unos segundos. Para nuestra suerte, y tras un notable rebote de la embarcación, logramos dejar atrás aquel salto de agua que había perturbado nuestra calma.
En un remanso, ya más confiados y tranquilos, nos dejamos seducir por el paisaje que nos rodeaba. Impresionaba observar el cañadón por donde pasa el río. De a poco nos fuimos internando en la cordillera de los Andes circundados por campos de vegetación rala, con molles, jarillas y alpatacos.
De la adrenalina pura pasamos a la contemplación absoluta. Se presentaron otros rápidos que debimos atravesar y después de ellos todo se traducía en calma.
El profesionalismo del guía nos trasmitía mucha confianza. Además, siempre por detrás nos acompañaba un kayak de seguridad que verificaba que nadie se cayera al agua.
La experiencia fue muy grata y, tras recorrer el río durante unas 2 horas, llegamos al final de nuestro viaje. Antes de culminar fuimos felicitados por el guía y con los remos bien arriba nos saludamos entre los participantes.
Al descender del gomón, fuimos recibidos con un delicioso refrigerio a la vera del río. Entre gaseosas, agua mineral y galletas dulces, rememoramos los apasionantes momentos vividos apenas unos instantes antes.
Con el sol sobre nuestra espalda emprendimos el regreso a la ciudad. Habíamos realizado el rafting del río Salado Superior y nos sentíamos unos verdaderos aventureros. Recomendamos disfrutar de esta experiencia.