Es para los mendocinos, un momento especial a lo largo del año. El día en que se pide a Dios que los frutos de la cosecha logren buenos vinos.
La Bendición de los Frutos es el acontecimiento que inaugura oficialmente los festejos. En Mendoza, los campesinos agradecen a sus santos por la buena cosecha obtenida.
En la antigüedad, la ceremonia de la ofrenda y la bendición de los frutos provenía de la tradición bíblica, que se originó con Moisés y luego se extendió a todas las fiestas en honor a Pentecostés.
El agradecimiento es a Dios por la cosecha y se ofrece el nuevo vino bajo la evocación de la Virgen de la Carrodilla, patrona de los viñedos. Así se bendice los nuevos frutos, que pronto serán procesados y puestos en toneles para que el tiempo sabio y la espera de los hombres hagan el resto.
La Bendición de los Frutos nació en la tercera edición de la Vendimia. Desde ese momento, la Virgen es llevada en andas por la multitud y venerada a cada paso. Traída por Antonio Solanilla desde Aragón, España, su presencia asegura para los mendocinos todos los años una buena cosecha.
Lo que comenzó en el año 1938 como “bendición de la cosecha” logró convocar a miles de mendocinos que no quisieron perderse el ritual y las palabras de por aquel entonces Monseñor José Verdaguer, quien bendijo la paila de fruta en la Rotonda del hermoso Parque General San Martín en Mendoza.
Un año más tarde, se agregó al ritual el ya famoso “golpe de reja”, así es que el gobernador de aquellos años, Rodolfo Corominas Segura, inauguró la costumbre de los tres golpes de arado.
El rito continuó en el mismo lugar hasta el año 1946 en el Parque General San Martín, pero a partir del año 2006 (en conmemoración de los 70 años de la Fiesta), la Bendición de los Frutos se trasladó a distintos escenarios del interior de la provincia, logrando de este modo que el festejo alcance a todos los mendocinos.
Con esta acertada decisión, los distintos departamentos mendocinos y sus ciudades principales esperan que les llegue el momento para que la Virgen de la Carodilla pase por la puerta de sus casas. Algo inolvidable.