En tantos veranos transcurridos han cambiado las costumbres, las modas y la elección de las atracciones. Lo que no varía es el gusto por las magníficas playas bonaerenses.
En el año 2013 la ciudad de Ostende cumplió sus cien años y lo festejó como corresponde: a lo grande. El viejo Hotel Ostende fue el encargado de reunir relatos, historias y personajes que pasaron no solo por sus salas y habitaciones sino por todo el balneario desde sus inicios.
Antes de la fecha prevista, se realizó una movida monumental para reunir todo el material que recordara la llegada de los veraneantes de antaño. Se reunieron fotografías, anécdotas, relatos en primera persona de quienes visitaron sus playas indómitas cuando no existía comunicación habitual por vía terrestre ni telefonía.
El hotel es uno de los primeros vestigios de esa época dorada y formaba parte de un proyecto ambicioso iniciado por un grupo de belgas que deseaban reproducir el cotizado balneario de Ostende de su país. Para ello iniciaron un plan de forestación, la construcción de una rambla que uniría la costa en toda su extensión y el llamado entonces Thermas Hotel. Todo quedó trunco ante el inicio de la Guerra Mundial y la falta de medios económicos para solventar las obras.
Quienes llegaban a Ostende pasaban varias jornadas tratando de vencer las distancias y las dificultades del camino. Las dunas constituían lo más complicado antes de alcanzar la playa. Claro está que luego pasaban largas temporadas en este destino elegido por el buen sol, los baños de agua salada y el descanso.
Existía entonces una moda para bajar a la arena y en general se tomaba sol con el cuerpo totalmente cubierto para que la piel no se coloreara. Las señoras lucían largas polleras y sombrillas y los hombres, trajes y sombrero diseñados para la playa.
Años después, torso y piernas se descubrieron pero entonces hombres y mujeres debían bañarse en el mar por separado. Mucho tiempo transcurrió para que los atuendos se hicieran más cómodos para andar entre las olas. Viejas fotos en blanco y negro permiten notar los cambios.
El hotel aparece como lugar de inspiración de literatos argentinos y del mundo y quizás por ello es eje de los cien años transcurridos. La nostalgia quedó plasmada en un libro que se llama “Libro de los huéspedes”. Sus relatos están en relación directa con anécdotas de artistas, escritores y musas inspiradoras.
En la actualidad, solo hay que decidir llegar a este pueblo acogedor y coqueto, tomar el auto y en unas pocas horas comenzar a disfrutar de sus facilidades. Los médanos dejaron de ser un escollo para ser un atractivo, junto a los paradores y los servicios tecnológicos que el veraneante exige a pesar de haberse sacado el traje y la camisa laborales.
La vida cautivadora del balneario Ostende se debe, ante todo, a un grupo empresario que en los años iniciales confió en un proyecto y plasmó un pueblo pegado al mar, contra viento y marea.