En el interior, se pueden observar fotos de los primeros años del local, su calidez y comodidad. La clientela acostumbraba hacer una estadía prolongada para descansar del traqueteo rutero.
Sobre la ruta nacional 2, a la altura de Chascomús, un parador histórico abierto en 1942 aún da que hablar. Un rito bien argentino afirma que es imprescindible hacer un alto en Atalaya para comer sus exquisitas medialunas en camino a las playas bonaerenses.
Las condiciones de traslado de quienes transitan hacia la costa han cambiado mucho. Cuando Atalaya nació, los autos eran menos veloces, necesitaban abastecerse de combustible con mayor frecuencia y era preciso bajarse a estirar las piernas varias veces antes de llegar a destino.
Una familia chascomusense capitalizó esa manera de viajar y concretó el negocio para adecuarse al movimiento turístico de la época. Ubicó su local en el kilómetro 113, mano Buenos Aires-Mar del Plata.
El confort y velocidad de los autos actuales permiten realizar el mismo trayecto en menos tiempo, sin cargar nafta y sin entumecer las piernas como antes. Aún así, la costumbre de tomar un café con medialunas o comer algo al paso sigue siendo un clásico entre quienes rinden homenaje a ese espacio emblemático.
Atalaya incorporó un nuevo local sobre la misma ruta, para quienes regresan desde La Feliz hacia la Capital Federal. Es una nueva opción para hacer una pausa y deleitarse con su factura tradicional acompañada de alguna infusión o una bebida fresca.
Muchos nos hemos detenido infinidad de ocasiones en Atalaya y casi no notamos sus cambios externos. La modernidad ha aportado modificaciones. Recordamos las viejas cafeteras metálicas que volcaban sobre la taza una catarata oscura que el mozo, con un movimiento justo, lograba que no se desbordara. Hoy, el café llega a la mesa sobre una bandeja y ya servido, pero con el mismo aroma de siempre.
Observamos que los hornos de la panadería de Atalaya no paran nunca, ya que la cafetería está abierta día y noche. La magnitud de la producción ha hecho que sea vital respetar la receta y el horneado originales, pero la mezcla se amasa en forma mecánica.
Los conocidos ventanales de la confitería atrapan en cuanto uno los ve, pero las excusas y la prisa son otras. Ya sea que disfrutemos de las medialunas en el parador Atalaya o que las compremos para comerlas durante las vacaciones, la costumbre sigue intacta.