Cada habitación, cada espacio común del hotel tiene una historia para contar de los visitantes hospedados durante los primeros años del balneario.
Ubicado en la esquina de Biarritz y Cairo, el Viejo Hotel Ostende luce su fachada casi intacta y, a pesar de ser centenario, lleva su edad con dignidad. Es un símbolo de los círculos sociales que frecuentaban la costa atlántica bonaerense en el pasado.
Rodeamos el edificio e intentamos conocer su interior y adentrarnos en los relatos fascinantes que tiene para ofrecer. Data de 1914, tiempo en el cual llegar a Ostende era una peripecia. Incluía un viaje en tren, un trasbordo en carro o volanta y finalmente subir a unos vagones pequeños hasta las dunas indomables.
A mediados de la década del 40, fue notoria la presencia de algunos escritores famosos que, llegados de Buenos Aires y del exterior, pasaban largas temporadas alojados en el Thermas Hotel, como se lo conocía en esos tiempos. Sus habitaciones recibieron al matrimonio de Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo y al escritor francés Antoine de Saint-Exupéry. Anécdotas de su paso han quedado plasmadas en recuerdos que aún hoy el hotel muestra con orgullo.
En la actualidad, los pasajeros pueden optar por habitaciones antiguas, con mobiliario y roperos del tiempo en que estuvo en auge. También, por cuartos con todas las comodidades y tecnología de la modernidad.
Su construcción se mantiene sólida a pesar de haber sufrido infinidad de veces los embates de los médanos, no obstante lo cual los pasajeros eran invitados a ingresar por las ventanas del piso alto.
El clima elegante de su bar, restaurante y los salones de estar mantienen el estilo original, con algunos decorativos de la belle epoque.
El jardín cuenta con una sombra muy armoniosa, ideal para el tiempo de lectura bajo sus árboles y cenas con el fresco aroma de la noche. En el parador privado de la playa, la vegetación natural del médano cobija del fuerte sol y crea espacios de descanso.
El viejo Hotel Ostende nos dejó la sensación de volver atrás el tiempo, pensar en los libros que allí nacieron y en los pasajeros ilustres que eligieron este reducto costero para soñar, decir y escribir.