Desbordantes, húmedas e inexplicables, las Cataratas del Iguazú nos invitan a realizar una expedición de turismo de aventura que nos deja fascinados con la enigmática flora y fauna del Parque Nacional.
Un sol radiante y muchas ganas de conectarnos con la lujuriosa selva misionera y con el hechizante Parque Nacional Iguazú nos condujeron una vez más a las entrañas mismas del parque, pero esta vez para realizar las actividades de turismo de aventura que Iguazú Jungle desarrolló en el sector, para que las personas fueran protagonistas de uno de los lugares más impresionantes del planeta.
Como era nuestro último día en ese terruño decidimos arriesgarnos a todo y llevar a cabo el programa denominado "La gran aventura", la combinación justa y necesaria para que las Cataratas del Iguazú penetraran en nuestro ser hasta por los poros.
4 x 4 por la selva
Así, primero nos dispusimos en un vehículo off-road y transitamos ocho kilómetros por el Sendero Yacaratiá, en medio de la selva subtropical paranaense, admirando la flora y la fauna del lugar. Nuestra guía se encarga de contarnos todo acerca del parque, con lujo de detalles, para que luego de la explicación, todo quede librado a lo que la imaginación del visitante quiera sumar.
Palmeras de palmitos, palo santo, araucarias, ficus, y cientos de bromelias, orquídeas y miltóneas que esperan florecer, parecen darnos la bienvenida, incitándonos a formar parte del paisaje.
En nuestro paso por el perenne sendero, asustamos a cientos de mariposas que nos regalan brillantes colores en su vuelo. Nuestra preferida es la 88, una especie que exhibe esta curiosa numeración natural al desplegar sus alas.
La lluvia del día anterior hizo que el camino se anegara con barro colorado, y así la primera cuota de adrenalina dijo presente, cuando el experto piloto del camión activó la doble tracción abriéndose paso por el circuito.
La locuaz explicación de Beatriz más nuestra vista disparada en todos los ángulos intentando captar como cámaras fotográficas el entramado follaje, hicieron que los kilómetros que nos separaban de Puerto Macuco parecieran más cortos.
Navegación inolvidable
Allí nos embarcamos en un gomón semirrígido –previamente nos pusimos los chalecos salvavidas– y nos fuimos a toda velocidad a conocer las entrañas del río Iguazú inferior.
La navegación es de cinco kilómetros en total pero lo mejor llega hacia el final, cuando la embarcación se bambolea sobre los rápidos del río durante los últimos dos kilómetros, es allí cuando nos acercamos al momento más esperado por todos. Guardamos las cámaras fotográficas en las bolsas de nylon que fueran provistas por la empresa, y nos dispusimos frente a la magnificencia de la impresionante cascada, que desde esa perspectiva parecía aún más grande que lo habitual.
Una ducha de lujo
Realizamos la cuenta regresiva y nos acercamos lo más posible a los saltos del lugar. “Bautizarse” en las frescas y espumosas aguas del Iguazú, es una experiencia alucinante.
Sentir el “rugido” de las inexplicables cascadas cayendo a escasos metros de donde estamos, empaparnos íntegramente, y atravesar los arco iris diseminados en las desembocaduras de las cascadas, es una sensación única que hay que vivirla para entenderla.
Luego de la “ducha” de lujo –como le decían el resto de las personas que nos acompañaron en la excursión al chapuzón–, nos fuimos buscando tierra firme para secarnos al sol.
Por suerte la encontramos en la playita de la isla San Martín, donde decidimos quedarnos hasta apaciguar el vértigo y la adrenalina que aún perduraban en el ambiente.
Recobramos nuestras fuerzas y nos fuimos por los senderos hasta la Estación Cataratas. Allí nos subimos al trencito ecológico que nos condujo hasta el inicio de las pasarelas de la Garganta del Diablo, desde donde partía un floating que nos iba a conectar con la intimidad de la naturaleza del río Iguazú Superior… (Ver Paseo ecológico)