Cualquier viajero un poco desorientado podría llegar a la Cuesta del Viento y pensar que está frente al famoso Valle de la Luna inundado por un gran diluvio. En el espejo de agua sobresalen apenas las puntas de los cerros más altos, que parecen ahora coloridos islotes perdidos en medio de un mar de aguas color turquesa. Pero se trata en verdad de un lago artificial en el departamento de Iglesia, originado hace diez años por la construcción del dique Cuesta del Viento que, por un azar de la intervención humana, conformó uno de los paisajes más sorprendentes y desconocidos de nuestro país: la Cuesta del Viento.
Al llegar a la Cuesta del Viento desde San Juan por la ruta 150 aparece de repente la inmensidad radiante de un extraño valle que combina la aridez de un paisaje lunar con la transparencia caribeña de las aguas. Dentro del lago, rodeado por montañas de hasta 6.250 metros con un suave color violeta en sus laderas, sobresalen islotes solitarios cuyos rectos paredones tienen algo de fortaleza sumergida. Algunos presentan extrañas formas helicoidales y otros tienen a un costado los evidentes restos de un gran derrumbe ocasionado por la fuerza del viento y del agua.
A lo lejos, da la impresión de que una verdadera Atlántida en ruinas se esconde debajo de aquellas aguas de deshielo que bajan desde las cumbres montañosas. Y al fondo del paisaje, del otro lado del lago, unos rojizos vendavales de arena se elevan hasta el cielo con sus remolinos al acecho, amenazantes.