Todos los años, miles de fieles peregrinan a Villa de la Quebrada para agradecer y solicitar favores al Cristo milagroso.
Amanece lentamente. Los tímidos rayos del sol apenas comienzan a dibujarse en el horizonte de San Luis. Es 1° de mayo, día de San José obrero, fecha en que se conmemora internacionalmente el día del trabajador.
La imagen del Cristo
Decenas de miles de fieles comienzan su peregrinación hacia Villa de la Quebrada, ubicada a 40 kilómetros de la capital puntana. Allí se encuentra la imagen de un Cristo que fue hallada en la entraña misma de un algarrobo añejo por el hachero don Tomás Alcaraz a medidos del siglo XIX. Esta manifestación lo impulsó a construir una capilla en el lugar del hallazgo. Con los años nació una pequeña villa a su alrededor y los creyentes cristianos comenzaron a venerar la misteriosa imagen. Con el correr del tiempo se le han atribuido múltiples milagros concedidos por el Cristo encontrado por Alcaraz. Por esta razón el fervor religioso congrega año tras año frente a la imagen a miles de fieles que, con fe y esperanza, se movilizan desde todas partes del país para solicitar favores o cumplir promesas por los pedidos concedidos.
La peregrinación de los fieles
Desde la ciudad de San Luis no cesan de partir autos y colectivos colmados de gente con rumbo a Villa de la Quebrada. En la ruta 147 el tránsito es intenso, hasta que la larga caravana llega a la localidad. El paso cansino de los fieles que fueron caminando parece revitalizarse con la llegada al pueblo.
Sin dudarlo, enfilan para la iglesia que poco a poco se va colmando. Se celebra la misa y el templo está desbordado. La interminable fila de peregrinos avanza lentamente hacia la imagen del Cristo para tomar su gracia. El crucifijo de madera es conservado y protegido dentro de una cruz de hierro forjado con cristales tallados. En el ambiente se respira paz y esperanza. El silencio, sinónimo de respeto, apenas es interrumpido por el murmullo de los rezos. Algunos piden por sus familias, otros por trabajo, por salud, por una casa y hasta por la paz en el mundo. Otros agradecen, se emocionan o le sonríen a la imagen.
A la izquierda del templo se encuentra la primera estación donde se inicia el recorrido por el Vía Crucis. Una cantidad impresionante de personas comienza a transitarlo. Algunos lo hacen descalzos, otros arrodillados y otros a pie mientras rezan y llevan sus rosarios o velas entre manos. La fe parece mover la montaña en la que se encuentran las 14 imágenes talladas en mármol de carrara que representan los últimos momentos de Jesucristo. Los ojos de los participantes se fijan en la estación más elevada, donde se encuentra la imagen de Jesús crucificado.
En todo el predio parroquial se pusieron grandes parlantes por los que se escucha música sacramental, misa y rezos. Del otro lado de la iglesia, bajo las sombras de un olivo y de un pimiento, tres sacerdotes reciben a quienes buscan confesarse. Allí las personas hablan en voz baja y una paz espiritual inunda el ambiente.
Abuelos, padres, hijos, ancianos y jóvenes, todos participan con gran devoción de la fiesta religiosa. El tiempo parece transcurrir lentamente en este sector de la localidad. Al culminar el recorrido, algunos fieles comienzan a retornar a sus hogares, otros que disponen de más tiempo deciden acampar por la región, esperando que llegue el día siguiente para poder participar de la procesión de la Virgen.
De este modo más de 130.000 peregrinos pasan por Villa de la Quebrada, donde una avalancha de fe busca la ayuda del Cristo milagroso.
La otra cara de la festividad
La cantidad de fieles que se congrega todos los años en Villa de la Quebrada ha despertado otro tipo de intereses que poco tienen que ver con lo religioso. Con el pasar de los años, la fiesta del Cristo milagroso comenzó a sumar individuos que se acercan con fines netamente comerciales.
Las calles y veredas que circundan el templo se encuentran repletas de puestos donde se vende absolutamente de todo. En este mercado ambulante se pueden encontrar desde crucifijos, velas y rosarios hasta todo tipo de ropa, artículos del hogar, artículos electrónicos, bijouterie, puestos de comidas y hasta se puede tener un muy lindo recuerdo del paso por el lugar, posando junto a ponys o llamas que se encuentran listas para ser fotografiadas.
El bullicio de la gente se pierde entre la música que se escucha en el ambiente, donde la música popular, como el cuarteto y la cumbia, no cesa de sonar un instante.
Sólo una calle separa al templo – sitio de confesiones y recogimiento – de la fiesta popular que se desarrolla en las calles de Villa de la Quebrada, pero la distancia espiritual entre los que están de un lado y los que están del otro parece ser de miles de kilómetros.
Los tiempos cambian, la gente cambia, las costumbres también parecen cambiar, pero la fe, a pesar de todo, perdura.