Sus 1.210 metros de altura y la colorida vegetación por la que se transita lo transforman en uno de los pasos más utilizados por los turistas en su viaje hacia Chile.
El recorrido puede iniciarse en la ciudad de San Martín de los Andes o en Junín de los Andes y es en sí mismo un paseo. Es un trayecto muy tranquilo y casi virgen, durante el cual se disfruta de los cambios en la naturaleza.
Una vez que dejamos atrás la ciudad de Junín de los Andes, cruzamos el puente del río Chimehuín y en la bifurcación de rutas a la altura de la Policía Caminera tomamos la ruta provincial 23. Sobre un excelente asfalto, las curvas y ondulaciones del camino se sucedieron las unas a las otras y lentamente fuimos ascendiendo por la montaña.
El viejo y angosto puente sobre el río Malleo nos indicó un cambio de rumbo. Siempre sobre asfalto, la ruta provincial 60 nos llevó hacia la frontera acompañando cada recodo del encantador río pesquero.
En una de las vueltas del camino, un grupo de araucarias nos mostraron sus troncos erguidos y más adelante, ya en el Parque Nacional Lanín, un bosque de cientos de araucarias albergaba ejemplares milenarios de distintas edades y porte.
A esa altura, el volcán Lanín hizo su aparición y fue increíble tenerlo tan cerca, contemplar su estructura y sus glaciares perennes de la parte alta. Bajamos del auto e hicimos múltiples disparos con nuestra cámara de fotos para dejar plasmada la experiencia.
En seguida encontramos el puesto de Gendarmería Nacional, la seccional del guardaparque y el edificio de la aduana, donde hicimos los trámites para salir del país. Con la documentación en orden, avanzamos unos pocos metros más y encontramos el puesto chileno.
Allí, además de los controles de documentación personal y del auto, nos presentamos ante el Servicio Agrícola Ganadero (SAG) para declarar que no llevábamos productos vegetales, animales ni alimentos frescos.
Otra vez en camino, iniciamos un trayecto de alrededor de 30 kilómetros de ripio e ingresamos a un área donde la vegetación fue en aumento. Por la mano derecha encontramos una laguna, la Quillelhue, y bordeamos su orilla hasta un mirador donde bajamos para contemplar una hermosa cascada.
Si bien no conocíamos todas las especies arbóreas, nos dimos cuenta de que allí el régimen de lluvias tornaba más frondoso el bosque. El camino fue descendiendo y comenzaron a aparecer pequeños fundos con sus viejos galpones de madera, sus animales pastando y el humo de sus chimeneas que dejaban una estela gris hacia el cielo.
El asfalto comenzó a la altura de Puesco (donde estuvo la antigua aduana chilena). Luego arribamos a Curarrehue, un hermoso pueblo muy pintoresco donde hay servicios de oficina de turismo, combustible, aprovisionamiento de alimentos. Colorido y ordenado, nos dejó un lindo recuerdo que también dejamos fotografiado.
Desde allí el camino hasta Pucón es muy entretenido y tuvimos ocasión de realizar una parada para tomar algo en uno de los clásicos bar-restaurante de la ruta y cargar combustible.
En un gran mapa que recibimos en la oficina de turismo estaban marcados los complejos termales con que cuenta la zona. Es sabido que existe en la zona gran cantidad de vertientes que proveen aguas termales con características muy beneficiosas.
Todos ellos tiene piscinas al aire libre y cerradas, además de baños de tina con servicios de gastronomía y alojamiento de excelencia. La gran variedad de vegetación de la zona asegura un contacto directo con la naturaleza y la posibilidad de realizar caminatas y vida al aire libre.
Las termas de San Luis, las de Menetúe y las de Huife, para citar algunas, están conectadas por buenas rutas interiores con la troncal por la que transitábamos.
Así, casi sin darnos cuenta llegamos a Pucón después de haber recorrido una ruta que en gran parte de su recorrido es de asfalto. Nos internamos en sus calles céntricas y su zona comercial para disfrutar de su ambiente bullicioso y activo.