A la cumbre del volcán Lanín

Un buen entrenamiento y la logística adecuada en manos de quienes ya han realizado la hazaña son esenciales para realizar esta experiencia inolvidable.

Las empinadas laderas del volcán Lanín y el gran desnivel a vencer desde su base hasta la cima constituyen un desafío para los amantes de la montaña. En San Martín de los Andes se ha hecho escuela en ese sentido y cada día hay más adeptos a este deporte de aventura.

A nuestra llegada a la ciudad patagónica, nos pusimos en contacto con quienes nos habían informado vía Internet los detalles de la excursión. Traíamos el equipo personal imprescindible para el ascenso y el día de la salida nos presentamos muy temprano en la agencia. Una vez sobre la camioneta que nos llevaría al ansiado destino, sentíamos el lógico nerviosismo previo. Al llegar, realizamos los trámites obligatorios ante las autoridades de Parques Nacionales; allí la altitud es de 1.200 metros.

No demoramos en ponernos en marcha ya que teníamos varias horas de esfuerzo físico por delante. Iniciamos la marcha en forma lenta y de a poco fuimos sintiéndonos más tranquilos. Caminamos primero a través del bosque, luego el terreno arenoso que dejó el glaciar, más adelante la famosa espina de pescado y por últimos, los caracoles. El sendero era angosto, íbamos de a uno en fondo cuidando no pisar las zonas laterales donde el terreno era inestable; el cansancio se hacía sentir.

  • Uno de los atractivos más imponentes de la Patagonia

    Uno de los atractivos más imponentes de la Patagonia

  • Cada paso nos llenaba de entusiasmo y ansiedad

    Cada paso nos llenaba de entusiasmo y ansiedad

  • Las empinadas laderas del volcán Lanín

    Las empinadas laderas del volcán Lanín

  • Un sector con formaciones de nieve helada

    Un sector con formaciones de nieve helada

  • ¡Qué poco faltaba y cuánto por vivir aún!

    ¡Qué poco faltaba y cuánto por vivir aún!

  • Coqueto refugio

    Coqueto refugio

Juan Pablo Navarro, alias el Gallego, fue el jefe de ruta; lo acompañaban otros guías como ayudantes. Buena onda, consejos para no desperdiciar las fuerzas y algunas paradas para refrescarnos, acomodar las mochilas y conocernos mejor fueron las premisas en todo el recorrido.

Las distintas caras del volcán nos mostraron imágenes únicas de la Laguna Verde y el lago Tromen del lado argentino y los cerros Peineta y Colmillo del lado chileno. Nevé llaman a algunos manchones de nieve dura que encontramos en el trayecto. En ellos, los guías fabricaron escalones para evitar resbalones y caídas.

Cuando los domos estuvieron a la vista, apuramos el paso para bajar de la espalda nuestras mochilas pesadas y descansar, algo que veníamos deseando en los últimos metros de ascenso. Ya dentro de ese coqueto refugio, el almuerzo fue un momento de distensión y charla amena; dejamos nuestros efectos personales en el sector donde dormiríamos. Antes de que cayera el sol, hicimos una práctica de uso de grampones y piquetas para los sectores helados que encontraríamos al día siguiente, cargamos las cantimploras de nieve y nos fuimos a descansar para recuperarnos y encarar la segunda jornada.

Aún no había amanecido cuando salimos con linternas en mano, bien abrigados y luego de desayunar para concretar el último tramo de la montaña. ¡Qué poco faltaba y cuánto por vivir aún!

Cuando alcanzamos los 3.000 metros de altitud, vimos cómo el sol se hacía presente y disfrutamos de algo tan ajeno a nuestra vida diaria. Atravesamos los “penitentes”, un sector con formaciones de nieve helada que nos hizo despejarnos de la modorra que nos produjo el madrugón.

La llegada a la cumbre nos encontró con cansancio y frío extremos. Habíamos caminado por la canaleta, el hombro de los 3.500 y estábamos en el punto tan deseado. La cúspide del Lanín era toda para nosotros, con sus 360 grados de paisaje impactante desde donde los cerros se veían petisos y mínimos. Nuestra tenacidad tuvo su premio y la emoción contenida se descontroló entre abrazos y fotos grupales.

Técnicamente, el Lanín es una montaña sin demasiadas dificultades pero es conocida por el clima muy cambiante en cuanto a vientos y visibilidad. Entre las previsiones está realizar el ascenso junto a un guía habilitado que conozca las condiciones del clima. Lo demás está en nuestras manos, piernas y espíritu.

Autor Mónica Pons Fotografo Gentileza Andes x 3

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