Rappel en Tucumán

Conocimos a Pablo Zelaya comiendo unas excelentes empanadas en el restaurante Lola Mora, ubicado en Yerba Buena, cerca de la ciudad, junto a nuestros anfitriones Eduardo y Patricio. Buen momento para despuntar el vicio de la charla e ir conociendo su amor por la montaña y la práctica de actividades afines a ella.

El cerro San Javier sirve de escenario para muchos grupos de deportistas de distintas especialidades: parapente, aladeltismo, rappel o simplemente bicicleta, cabalgatas o trekking. Asombra la gran cantidad de personas que aprovechan su hora de la siesta para subir y bajar del cerro haciendo actividad física en cualquiera de las disciplinas. La frescura que ofrecen las yungas del San Javier permite dejar atrás el calor de la ciudad y es el principal motivo por el cual los tucumanos eligen esta zona.


Los movimientos previos

Ascendimos en vehículo por la avenida Aconquija en un sitio conocido como El Corte, para ir adentrándonos en las yungas.

En Horco Molle se ubica una reserva natural que depende de la Universidad Nacional de Tucumán. Puede visitarse todo el año. Un guía explica sobre los animales característicos y, además, hay sectores habilitados para camping y picnic. Cerca del aeroclub, pasamos por un circuito de motocross llamado La Olla. Poco a poco fuimos trepando entre una vegetación más alta y nos fue envolviendo la bruma. No eran nubes, sino la humedad imperante común a toda la zona.

Dejamos el vehículo e iniciamos un trekking por un sendero angosto con un leve declive ascendente. Helechos, troncos caídos y plantas colgantes fueron el marco de nuestra caminata. Unos pocos rayos de sol se esforzaban por pasar entre la tupida vegetación. Mientras subíamos, Pablo nos contó que durante un certamen de parapente, los competidores desparramaron desde el aire semillas de lapacho para contrarrestar un yuyo invasivo que se llama “siempre verde” y que tapa el bosque nativo. Cruzamos arroyitos, caídas de agua e iniciamos una trepada un poco más intensa.

La actividad de rappel se desarrolla en un sitio donde se construyó un funicular con el fin de acceder al campus universitario en la parte alta. Nunca se utilizó. Accedimos al primero de sus seis puentes; luego siguió el trekking poniendo proa a nuestra meta.


Descendiendo por una soga

Habíamos caminado casi una hora cuando finalmente llegamos al segundo puente anunciado. Por debajo corría un arroyo con poco agua.

Pablo nos enumeró cada uno de elementos: arnés, descensor, casco, 2 anillos o cinta autoseguro, mosquetones de seguridad, cuerdas, etc. Todo fue armado con muchísimo esmero porque de eso dependía nuestra tranquilidad.

El grupo estaba compuesto por cinco personas sin experiencia y el primero en colocarse el arnés y las cuerdas fue Eduardo, que deseaba fotografiar la actividad. Pablo dirigió la maniobra con gran cuidado, sumando una explicación clara para vencer la resistencia que significa dejar tierra firme y quedar colgando hacia el vacío mientras dura este descenso autónomo y con equipo mínimo.

Cada uno fue bajando en un silencio casi perfecto, sin apuros, teniendo en cuenta cada necesidad. Cuando todos estuvieron quince metros abajo, tocando tierra firme al lado del arroyo, disfrutando del fresco aroma de la vegetación, irrumpieron las risas, aplausos y festejos. Momento para retirarse los arneses y charlar.

Más allá del deporte que implica el rappel, es una manera de salvar obstáculos, desniveles y paredes de roca que utilizan profesionalmente los escaladores de montaña. Experimentamos sólo una muestra de lo mucho que puede hacerse con sogas y mosquetones de seguridad.

Con bajo nivel de riesgo, es ideal para quienes no tienen preparación previa y cuentan con buena salud. Si el grupo fuera más experto, habría otras alternativas y otros ámbitos donde realizarlas.

Le agradecimos a Pablo que, además de habernos introducido en esta práctica deportiva, nos haya mostrado su Tucumán natal dejando las puertas abiertas a otras vivencias para compartir con él y su gente durante otra visita.