Quién se resiste a una vidriera bien presentada, a una confitería que esté de moda y a probar todas las exquisiteces que se producen en la zona de vacaciones.
Una vieja publicidad invitaba a viajar sin valijas, ya que al llegar a destino se podía encontrar todo lo que uno deseara. Eso es lo que sentimos al llegar al centro comercial de Carlos Paz. Descubrimos que caminando por sus principales calles comerciales se encontraban todos los rubros, todas las marcas y excelente gastronomía como para caminar y caminar antes de decidirnos por algo.
A partir del crecimiento de la villa veraniega, la avenida Sarmiento entre el reloj Cu-cú y el Puente Central pasó a ser parte del centro comercial viejo. Es la típica calle central de barrio: un negocio al lado del otro y de todo tipo.
Conviven los supermercados, farmacias y panaderías con las fábricas de alfajores, regionales y tiendas de calzado y ropa. Se puede decir que en avenida Sarmiento los precios son más económicos. Nos pareció una excelente excusa para probar los alfajores y las cervezas de todas las marcas que fuimos encontrando antes de decidir cuáles llevaríamos a nuestra casa.
Iniciamos nuestro trayecto por la avenida 9 de Julio y comenzó la seguidilla de comercios con variada oferta. En el Paseo de las Farolas todo se hace más bonito aun, ya que hace muy poco tiempo además de las luminarias se le agregaron algunos “balconcitos” sobre la vereda y hacia la calzada con plantas, flores y palmeras bajas.
Cruzando el Puente Central, que es el más antiguo y más bajo de todos, y siguiendo por la 9 de Julio primero y luego por la General Paz, el comercio es más moderno, se embellece, se vuelve más elegante. Galerías comerciales, marcas reconocidas de ropa, cuero y zapatos. Las confiterías y restaurantes ocupan con sus mesas parte de las veredas.
Cuando la General Paz se encuentra con la Libertad y a lo largo de cinco cuadras, la gastronomía tiene su más importantes representantes. Se puede optar por un almuerzo o cena rápidos (tapas, para llevar, pizzas, lomitos, pamplonas, mexicana, vasca) hasta importantes parrillas. Es el lugar apropiado para dejarse tentar por muchas formas de cocción y presentación.
Ya habíamos probado cada marca de los deliciosos alfajores locales e hicimos lo mismo con los famosos chivitos al asador. Nos llevamos “puestos” los que nos ofrecieron al pasar por cada una de las parrillas.
Todas las noches volvíamos a los mismos espacios recorridos durante el día, y el brillo de las luces, la cantidad de personas deambulando, el tránsito intenso y los negocios abiertos hasta tarde nos volvían a subyugar como la primera vez.
Las marquesinas de los espectáculos de teatro y cines son un mundo aparte. El paso por las veredas se veía interrumpido por filas de personas que a último momento buscaban sus localidades. Eso también forma parte de las noches de temporada.
Con la billetera vacía y alegres por habernos dado varios gustos, “¿Quién nos quita lo bailado?”, como dice el refrán. Nos quedó la sensación de haber visitado una gran ciudad donde no falta nada. Mientras, dejábamos atrás los aromas y sabores que hacen famosa la villa.