Navegamos en catamarán por el lago San Roque y apreciamos la belleza del lugar desde otra perspectiva. Un paseo ideal para conocer la historia, la formación y la arquitectura de la ciudad.
Los negros nubarrones del día anterior hicieron que nos quedáramos con las ganas de navegar en catamarán por el lago San Roque. Para nuestra suerte, el clima cambia continuamente durante el período estival en las sierras cordobesas y la mañana siguiente se presentó fresca pero despejada, ideal para cumplir nuestro cometido: conocer la ciudad desde el agua.
El San Roque fue el primer lago artificial de Sudamérica. Tiene 13 kilómetros de largo, 6 en su parte más ancha y abarca una superficie de 2.300 hectáreas. Su profundidad máxima es de 35 metros y hace ya más de 110 años que se construyó el primer dique para almacenarlo. Lo cierto es que este particular espejo de agua le otorga un plus de distinción a la “feliz serrana”, ícono turístico de la provincia de Córdoba.
Para efectuar la excursión fuimos a la costanera del lago. En este sector, múltiples embarcaciones se encargan día a día de trasladar a turistas por el lago San Roque mientras los informan sobre la formación del lago, la historia del lugar, el relieve y la distinguida arquitectura de Villa Carlos Paz. En esta ocasión nos subimos al catamarán Realicó. Bien dispuestos en nuestros asientos, nos dejamos seducir por el encanto de las sierras Chicas y de las tranquilas aguas del San Roque.
La voz del guía nos anunció que navegaríamos hasta el dique de contención, donde podríamos apreciar la magnífica obra de ingeniería que fuera creada para regar 40.000 hectáreas de tierras que circundan la ciudad de Córdoba.
Todos a bordo
La nave comenzó a navegar por el lago. A babor – o sea, a la izquierda – nos acompañó en gran parte del recorrido el barrio de Villa del Lago, uno de los más exclusivos y cuidados de la ciudad. En él se halla la primera construcción de la zona - el castillo del Dr. Zárate –, de 85 años de antigüedad.
Adelante observamos dos puentes: uno pequeño, llamado Puente Negro, con más de 100 años de antigüedad y otro más grande y ancho que suplantó al anterior. Se trata de una de las obras más importantes de la región, ya que une a Villa Carlos Paz por medio de la R.N. nº 20 con la R.P. nº 38 y con todo el valle de Punilla.
La nave continuó su rutinario rumbo, conduciéndonos frente a la costa de Santa Rita, donde se encuentran los clubes náuticos de la ciudad. Entre los más destacados se encuentran el Club Cazadores y Pescadores, el Polideportivo, el Motonáutico de Córdoba, el Club Náutico Córdoba y el Jockey Club. También está el parador Las Rosas, el sitio elegido para descansar por algunos famosos que se acercan a la villa.
Desde el centro del lago apreciamos el cerro más alto de la ciudad, conocido como el “cerro de la Cruz”, con sus 1.000 m.s.n.m., llamado así por la cruz de 15 metros de altura que se encuentra en su cima desde el año 1934. También observamos la famosa Montaña Mágica - identificada con una “doble letra eme”- donde, desde el año 1983, se encuentra una especie de montaña rusa en zigzag, uno de los principales atractivos de la zona. Sobre la derecha del cerro de la Cruz alcanzamos a ver el complejo de la aerosilla, que desde 1955 transporta gente hasta la confitería ubicada en la cumbre del cerro.
Casi sin que nos diéramos cuenta, la embarcación entró en la “garganta” del lago, donde se halla la zona más profunda. Al frente observamos el paredón del dique San Roque y el embudo que sirve para mantener el nivel del lago.
Es increíble pensar cómo hicieron, entre los años 1886 y 1889, para construir el antiguo dique que aún se encuentra 3 metros bajo el agua. 2.500 hombres trabajaron arduamente para montar esta obra de ingeniería que fuera dirigida por los reconocidos profesionales Juan Bialet Massé y Carlos Argentino Cassafus.
Un dato para destacar: el dique San Roque posee turbinas que generan energía eléctrica para la ciudad de Córdoba a través de una toma de agua compuesta por tuberías subterráneas.
Al llegar al embudo, las cámaras fotográficas no cesaban de activarse, tal vez intentando congelar ese momento a perpetuidad. Luego de unos instantes, el catamarán retomó su rumbo, esta vez para regresar al puerto desde donde partió. En escasos minutos dejamos atrás el controvertido dique San Roque, su cascada, su espesa bruma y su sonido interminable.