En el corazón de la villa, se puede realizar una entretenida caminata para toda la familia bordeando los arroyos que atraviesan la ciudad. Con suma atención, escuchamos el cantar de las aves.
El gran chucrut garnie que almorzamos en la cervecería Viejo Munich nos dejó más que satisfechos. Me tomé un tiempo para observar la cálida decoración del restaurante donde nos encontrábamos. Construido a principios del siglo XX, la cervecería el Viejo Munich se transformó en el lugar de encuentro por excelencia de inmigrantes alemanes y, sobre todo, de los ya famosos marineros del acorazado Graff Spee.
El salón, totalmente de madera y adornado con platos, cuadros y símbolos con reminiscencias de la cultura alemana, deja entrever una enorme bandera de Armenia, que denota el origen de su propietario, el señor Diego Assadourian.
Afuera, el día estaba espléndido como para desperdiciarlo con una siesta, aunque ganas no faltaran. Le solicitamos al mozo que nos aconsejara qué hacer para aprovechar el día y ayudar a la digestión.
Nos dibujó un croquis para que camináramos bordeando un sinuoso arroyo que prometía vistas inolvidables de Villa General Belgrano y donde no tardaríamos en conectarnos con la naturaleza.
De la calle San Martín, donde se encuentra el local gastronómico, sólo debimos caminar dos pequeñas cuadras hacia el norte, hasta llegar a la Av. Magnolias, que cruza el camino a la localidad de Los Reartes. Desde este punto, logramos observar un magnífico arroyo con aguas cristalinas llamado La Toma. Sin dudarlo, comenzamos a bordear el cauce aguas abajo. Según el plano, más adelante tendríamos que pasar por la confluencia del arroyo El Sauce, que desciende directamente de las sierras, y continuar sin respiro hasta el centro recreativo donde se encuentra la pileta municipal de la villa.
Para no perdernos, el mapa indicaba que en ese punto llegaríamos a la confluencia del arroyo Los Molles, donde hay una zona de hermosa vegetación.
A medida que avanzábamos por el sendero, comenzamos a ver distintas especies de árboles y plantas de la región. El arroyo formaba pequeños saltos de agua por causa de las rocas que se encontraban en medio de su lecho. El paisaje serrano de suaves ondulaciones teñidas de areniscas rojas, los hilos de agua, el verde intenso de los algarrobos, quebrachos y palmares, el clima benigno, el aire puro y el cielo diáfano, rápidamente nos obligaron a perdernos en la pródiga naturaleza.
Continuamos por la senda, apreciando las fragancias de las violetas silvestres, romerillos, y berros. Un cartel nos indicó que hiciéramos silencio para escuchar el cantar de los pájaros. Sin esperar demasiado, comenzamos a distinguir los sonidos de las reinamoras, los zorzales y rey del bosque entre otras.
Una infinita satisfacción nos inundó... Y así, perdidos en la magnificencia de este pequeño reducto, continuamos caminando, escapándonos de la civilización y jugando a no volver jamás.