La zona montañosa cercana se destaca por figuras en la roca muy extrañas, producto de la erosión de los fuertes vientos que predominan en la región. Mirando el contorno de las montañas, pudimos imaginar un rostro de indio, la silueta de un barco o la de un monje en oración.
Así fue como iniciamos este juego. Cada vez que enfrentábamos una punta de piedra o un grupo de rocas, intentamos descubrir alguna imagen siguiendo nuestra imaginación.
El Mirador del Viento es una extraña formación rocosa y se la puede distinguir desde lejos. Es una pared de casi 100 metros de altura donde el viento dominante del oeste choca y produce un efecto único.
Desde ese acantilado, tuvimos una impactante visión del lago Traful, a pesar de no verlo en toda su extensión. Nos sorprendieron la altura y cierta energía especial que allí se transmitía. Hacia abajo, contemplamos el juego de luces del agua y su transparencia.
A jugar se ha dicho
El penetrante sonido del viento dejó atrás el silencio que veníamos disfrutando en los bosques. Las palabras sobraron y todos, aun los adultos, comenzamos a jugar otro juego: ese efecto bumerán que hizo que el viento devolviera los objetos que tirábamos al vacío.
Entregamos nuestra cara y cabellos al viento como parte del entretenimiento. Permanecimos unos instantes jugando como niños y dejando que el magnetismo del lugar quedara plasmado en alguna foto y en nuestro interior.