Oliver Wine Bar, comer como Dios manda

Apenas se la divisa, la arquitectura de esta vieja casona construida en el año 1830 totalmente con adobe y barro, con techos de madera de cardón llama la atención al visitante.

Oliver Wine Bar es un lugar para sentirse como en casa. Esa es la idea que trataron de respetar sus dueños, quienes reciclaron esta construcción sin olvidar que siempre fue una casa de familia y la idea es que de algún modo lo siga siendo, sensación que rápidamente percibe quien se introduce en ella.

La entrada al bar se encuentra en lo que fue en un momento el recibidor de la casa, comprada en el año 1930 por don José Grimberg.

Desde entonces, la casa fue desde una farmacia hasta un almacén de ramos generales y finalmente en el año 2001 el nombre de Café marcó la nueva imagen del lugar.

Ya en el 2007 se convirtió en un comedor donde los platos de autor pasaron a ser los grandes protagonistas, pensados en una gastronomía acorde con esta región de la Argentina, con algunos platos vanguardistas acompañados por una vajilla y cristalería a tono con el lugar.

El año 2008 trajo consigo una evolución que se tradujo en el surgimiento de Oliver Wine Bar, un sitio donde es posible degustar los mejores vinos del mundo, entre los que se destacan ejemplares de Australia, Sudáfrica y California, además de los mejores vinos salteños que, por supuesto, ya tienen merecida fama mundial.

Un local con tres salones y un ambiente climatizado adornado con acuarelas y oleos, junto a parte de la cartelería antigua, ganan la atención de aquellos que se introducen a buscar relax y un buen vino en un lugar que se vuelve perfecto para la lectura de algún libro.

Como para que no se termine la magia, una escalera permite subir a la altura máxima de la vieja casa, donde se exhiben cuadros de algunos ascensos del dueño de casa a las Cumbres del Cachi, cerro que con 6.400 metros sobre el nivel del mar es uno de los más importantes del país.

La otra escalera llega al salón Colomé, que se encuentra vidriado con piso de madera y grandes ventanales hacia los mismos picos nevados que muestran las fotografías de escalada deportiva.

Entre las comidas típicas que se pueden saborear aparecen la alforja, plato a base de quesillo de vaca relleno a la plancha, el filete aromatizado con hierbas de altura y relleno con vegetales orgánicos y biodinámicas producidos por la firma Altura Máxima del Hess Family Group.

También se destacan los espaguetis con salsas de autor y las pizzas caseras como la Cacheña, la pizza Pizuela y la Ornella Mutti, además de otras exquisiteces como resultan los sándwiches caseros y los nachos Oliver.

Un lugar único donde los aromas y sabores, junto con los colores de vinos y platos, conforman uno de esos sitios que quedará para siempre en nuestra memoria.