El pequeño poblado de Cachi guarda en sus alrededores una riqueza arqueológica y antropológica inimaginada. Un lugar que merece conocerse con los ojos bien abiertos.
Cachi vale la pena
Llegar a Cachi no es fácil. No porque el camino se encuentre en malas condiciones sino porque, si bien son poco más de ciento cincuenta los kilómetros que la separan de Salta, la montaña con sus curvas y contracurvas requiere sus tiempos y posee sus propios secretos. Pero, por supuesto, vale la pena.
Quienes aman saber qué hubo antes de nuestra existencia y predican la antropología o la arqueología como lemas fundamentales, querrán saber que el lugar es meta de distintas excursiones científicas que todos los años hacen base en el pintoresco “pueblo blanco” para, desde allí, salir a observar los ya existentes o descubrir nuevos yacimientos arqueológicos.
Objetos de todas formas y tamaños permanecen intactos a la espera de quienes sepan interpretarlos y muchos sitios continúan vírgenes hasta el día de hoy.
Un museo ejemplar
Aquellos materiales arqueológicos que fueron recuperados y que se dieron a conocer al publico en general se hallan en el interior del Museo Arqueológico de Cachi, bautizado como Pío Pablo Díaz.
Allí descansan casi 4 mil piezas arqueológicas que integran las colecciones más representativas de las distintas épocas de los departamentos de Cachi, así como también de los Valles Calchaquíes.
Entre estas se destacan la precerámica, la formativa o agricultura incipiente, la formativa tardía, la imperial o incaica, la hispano indígena y la colonial. Bajo la protección del museo se encuentran también más de 100 sitios arqueológicos distribuidos a lo largo de toda la provincia salteña y de las provincias vecinas.
No sólo lo estático
Se puede ser parte de la aventura, sentirse explorador, al menos por unas horas. Para quienes no se conforman con el excelente museo y sus antiguas piezas, desde Cachi parten guías y baqueanos que llevan a los más curiosos hasta los parajes Las Pailas y La Paya, donde es posible apreciar, luego de una hora de caminata o a caballo, los restos de las civilizaciones precolombinas que habitaban los alrededores.
Vale la pena enterarse. Mirar hacia atrás es también una forma de tomar conciencia del presente y hasta nos brinda la posibilidad de tropezarnos con el futuro inmediato, nos preguntamos así qué será de nosotros cuando pasen los años. E incluso qué pensarán los otros, cuando la civilización que salgan a explorar sea la nuestra.
Cachi es uno de esos lugares que tiene el mundo donde se puede pensar. Y pensar duele, ya que cuando el hombre piensa no vuelve a ser el mismo. Cambia, se transforma, se despierta.
Vale la pena el viaje.