Cafayate se presentaba con su habitual apariencia: pleno sol extendiéndose sobre los viñedos y las calles tranquilas.
Salimos cerca de las 9 de la mañana. Todos nos habían advertido que el camino a Colomé no sería fácil y debíamos llegar para el almuerzo.
A 20 km de la localidad de Molinos, Colomé fue creada como encomienda en el año 1831 por el último gobernador español de Salta, Nicolás Isasmendi de Echalar. Veintitrés años después, su hija Ascensión, casada con José Benjamín Dávalos, plantó vides de malbec y cabernet sauvignon traídas desde Francia.
Fruto de esas vides son Tacuil y Colomé que, hasta hace 3 años, continuaban en manos de los herederos originarios. En el año 2001, Raúl Dávalos vende al grupo suizo Hess Colomé, la bodega en funcionamiento más antigua del país.
A la sombra de los molles
El sol y la altura someten el paisaje y la vida en los Valles Calchaquíes.
Dejamos atrás el pequeño caserío de 400 habitantes y seguimos hasta la estancia. En la entrada nos recibe Joshua, un simpático alemán que hace escasas semanas se encuentra en la finca.
Colomé comprende treinta y nueve mil hectáreas ubicadas a 2.300 metros sobre el nivel del mar y desde sus terrazas pueden contemplarse los impasibles nevados de Cachi.
Los terracotas de la estancia imitan la geografía andina, rodeada de las viñas recién cosechadas. Alrededor del patio central, las nueve habitaciones cuidadas al detalle y equipadas para mimar a los visitantes, se complementan con el gaucho bar, una sala de meditación y otra de conferencias, además de la piscina y un putting green.
Para el año 2006, se abrirá un museo de arte de la prestigiosa colección Hess, que en 1500m2 exhibirá obras lumínicas del norteamericano James Turrell, resumiendo así cuatro décadas de su creación artística. Colomé no deja de sorprendernos.
Paseamos por el ala norte, que data de la construcción original, y que se abre a una terraza protegida por dos añosos molles. Según cuenta la historia, en época del “loco” Dávalos, sus fuertes ramas servían para ver quién venía y, si no era amigo de la casa, era recibido por los perros. Hoy, bajo sus reparadoras sombras, sólo se respira una atmósfera distendida, que continué disfrutando desde la galería abierta donde ya estaba dispuesta la mesa para el almuerzo.
Compartimos la mesa con la esposa de Donald, Úrsula, su madre y Alexandra Hess, que sigue el camino de su padre en materia de vinos. El chef Gonzálo Doxandabarat escapa a la cocina regional y se luce con los productos naturales de la quinta orgánica. Como entrada, una ensalada de rúcula, roquefort y nueces, acompañada de Amalaya, el vino tinto para todos los días de Colomé, combinación de malbec y uva criolla. De plato principal, suprema de pollo rellena con espinacas y cous cous de quinoa, escoltado por un 100% malbec: el Colomé Estate, intenso y elegante fruto de las vides más jóvenes.
Mientras el almuerzo discurría placenteramente, empezábamos a entender el romance de los Hess con Colomé. "Aquí había todo por hacer, todo estaba virgen. Es un lugar especial donde hicimos una apuesta a futuro para incorporar la naturaleza, la sociedad y un negocio de éxito”, confiesa Úrsula. Y algo de eso ya se percibe en el ambiente.
Vides añejas
A la siesta, caminé por las viñas para llegar a la bodega. Antes, las vides estaban todas mezcladas y fue un verdadero desafío para el enólogo Randle Johnson ordenarlas, acostumbrado a la finca de Napa Valley.
Veinte hectáreas de vides nuevas se suman a cuatro hectáreas únicas de malbec y cabernet sauvignon de 150 años de edad y a 6 hectáreas más de uvas que crecieron sobre su propio rizoma hace más de 60 años.
Sin dudarlo, el tinto es la estrella de Colomé, pero el torrontés supo ganarse su lugar en buena ley. Iban a remover sus viñas, pero resultaban ser las más antiguas y, aunque su sabor no se acerca al torrontés contemporáneo, bien valió el esfuerzo.
En medio del trabajo, me recibió Ralph, uno de los enólogos del grupo de Johnson. La reciente cosecha superó las expectativas para este año. Los proyectos del museo y la ampliación de la bodega están planeados para el año 2005. Pero a esta altura, la producción obligó a utilizar las instalaciones de la vieja bodega.
Actualmente, están realizando una primera fermentación al aire libre, antes de ingresar el vino a los tanques para continuar este proceso y seguir después su maduración.
Finalmente, los vinos de Colomé harán su entrada triunfal a fines de 2004, para que argentinos, norteamericanos y europeos podamos disfrutarlos.
Para tener el privilegio de probarlo antes, basta llegarse hasta Colomé, alojarse en la estancia-hotel previa reserva, y pasar unos días respirando el espíritu de una prodigiosa tierra, que imprime su sello en un vino nacido en las alturas calchaquíes.