Desembarcar en una isla virgen y caminarla, llegar a otra donde los árboles empiezan el trabajo de colonización y, finalmente, terminar en la selva misionera es algo posible en la ciudad de Colón.
La idea ya lleva más de 12 jóvenes años de vida y surgió gracias a un grupo de aventureros pero, por sobre todo, amantes de la naturaleza, la flora y la fauna.
Charly nos esperaba en un viejo camión militar, de aquellos que combatieron en Vietnam y que de casualidad desembarcaron en estas costas. Nos acompañaba una pareja de turistas.
Los "Bancos del Caraballo" son formaciones de grandes médanos que se encuentran en el medio del hermoso río Uruguay.
Más que médanos vírgenes
Los había visto desde el aire y la sensación que esto produce es realmente única. Se trata de figuras que adquieren formas y texturas pocas veces vistas por el ojo humano.
Por ello, cuando me enteré de que era posible ir hacia ellos, no lo dudé. El camión nos trasladó al viejo puerto local, allí un semirrigido nos esperaba para poner proa hacia estos increíbles médanos.
Bordeamos la isla Queguay Grande, que se encuentra frente a la ciudad de Colón, y en cuestión de minutos podíamos apreciar la inmensidad blanca de la arena que mostraba una quietud pocas veces vista en el río.
Con cientos de aves que a orillas del río hacían lo suyo y con la vista inigualable del arroyo Caraballo comenzamos a caminar arriba de los medanos.
Allí fue que empezó la clase. Pablo, quien había oficiado de guía, comenzó a deslumbrarnos con sus conocimientos de la naturaleza. Los nombres de los árboles, los pájaros y las islas se fueron sucediendo armónicamente, sin cansar a los presentes. Por el contrario, el deleite era total.
Así llegamos a entender cómo es que se forma una isla. Los médanos no son otra cosa que los sedimentos que viene arrastrando el río Uruguay desde su nacimiento en el norte que son colonizados por algunos árboles (siempre los primeros son los sauces) hasta que estos se multiplican para convertirse en la famosa y muchas veces escuchada "selva en galería", nuestro próximo destino.
Adentrarse en la selva
Carpintero real, garza bruja, martín pescador, biguá, tero real, chorlito de collar, pica palos, halcón, garza mora y muchísimos más sonidos y músicas comenzaron a ganar el aire mientras nos acercábamos a la orilla.
Lo que había sido en algún momento un médano sólo conservaba de ello una costa de arena. Ahora todo es verdes, de los más claros a los más intensos y oscuros, y era tan puro el oxígeno que se respiraba que por momentos parecía un exceso. De a ratos dejábamos de caminar y sólo nos dedicamos a escuchar la naturaleza y sus protagonistas.
Y así, agachándonos cuando la situación lo requería, comenzamos a adentrarnos en una hermosa selva en galería que no es otra cosa que la continuación del sistema selvático que comienza en Misiones y cuyos vestigios lleva el Uruguay hacia abajo.
Fue en segundos que en medio de la maleza, las lianas y los cientos de helechos que reinaban apareció una pequeña laguna formada con agua de lluvias donde un pequeño lobito de río se encargó de ser el protagonista de todas las fotografías.
No tuvimos la suerte de observar carpinchos, tortugas ni el huidizo gato montés, pero, por lo que contó Pablo, muchas veces aparecen de sorpresa haciendo las delicias de los visitantes.
Así fuimos dejando la selva, con ganas de quedarnos un tiempo más. Pero el sol ya había caído y la noche comenzaba a encender las luces de esta ciudad maravillosa llamada Colón que posee un río único que desde hace miles de años posee tesoros incontaminados y aún vírgenes para el hombre.