Es uno de los paraísos que tiene el país. Sus orígenes resultan inexplicables; divinos, podría decirse. Sus palmeras infinitas y sus puestas de sol enamoran a todo aquél que lo conoce.
Un parque nacional
Ubicado entre las ciudades de Colón y Concordia, y cerca de la pequeña Ubajay, el Parque Nacional El Palmar fue creado en el año 1966 con el objeto de preservar uno de los últimos palmares de palmeras Yatay que existe en el planeta.
Las Yatay son un tipo de palmera que siglos atrás prosperaba a lo largo y ancho del territorio oriental de la provincia de Entre Ríos, de la República Oriental del Uruguay y del sur de Brasil.
Además de servir para proteger a estos ejemplares, el Parque Nacional El Palmar se encarga de valorar y hacer respetar otros ambientes ecológicos que son también patrimonio natural de la humanidad.
Entre éstos se destaca la selva en galería que comienza en Misiones y se extiende hasta esta región, como así también el monte de espinillo o de plantas xerófilas. Desde su nacimiento aguas arriba, el río Uruguay arrastra semillas de diversas especies que se encargan de colonizar médanos vírgenes y así, con el correr de los años, dan origen a selvas del tipo subtropical, a las que se denomina “en galerías”.
Llegar a El Palmar es encontrarse con una especie de producción en serie divina que gana rápidamente los ojos de quien lo visita. El aspecto físico de las palmeras es su gran atractivo. Sus palmas verdes y sus tallos de enorme tamaño y siluetas deformadas por el viento atraen de manera notable a los visitantes. Pero lo que más llama la atención es que contarlas resulta imposible; se vuelven infinitas a la vista humana.
Algunos senderos imperdibles
El primer lugar a donde llega el visitante es la Portada, que es la entrada al parque. Allí, las autoridades se encargan de proporcionar a los visitantes folletos y un mapa-guía con los distintos atractivos y senderos que pueden descubrirse.
La Glorieta es uno de los senderos preferidos por aquéllos que quieren tener una visión panorámica del parque. Alejado un par de kilómetros del camino principal, su acceso puede realizarse en vehículos y se puede llegar a uno de los puntos más hermosos que tiene el parque.
Allí, innumerables palmeras aparecen a la vista y diversos senderos logran que el visitante se introduzca, literalmente, en ellas. El arroyo El Palmar es, junto al arroyo De los Loros, el sitio más interesante a la hora de observar la fauna y flora nativa: desde cientos de variedades de aves hasta lagartos, vizcachas y grandes tortugas que han hecho de ambos arroyos sus sitios preferidos.
La Administración del parque, donde también funcionan el Centro de Informes, la Intendencia del Parque y el único camping donde se permite pernoctar, es el lugar que se encuentra al final del recorrido.
Desde allí es posible acceder a las famosas ruinas históricas que posee el parque. Sólo hay que caminar un kilómetro y atravesar la selva en galería junto a un par de puentes ideados especialmente para este recorrido, hasta que se llega a orillas del río Uruguay y es posible divisar las construcciones. Estas ruinas, que pertenecieron a una antigua calera, dejan observar los restos de los hornos de cal, un viejo embarcadero y algunas antiguas viviendas levantas a la vera del río.
Pero las verdaderas protagonistas del parque son las palmeras, las cuales se conocen como de la variedad “Yatay” y forman colonias con ejemplares que llegan a tener más de 300 años de edad y que superan holgadamente los veinte metros de altura.
Quizá por todo esto, El Palmar sea uno de los sitios en el planeta en donde buscar explicaciones acerca del origen o formación resulta inútil. Y donde la naturaleza, tal como llegó a nuestros días, con su secreto, seguirá pareciéndonos encantada. Dios seguirá teniendo la culpa.