Se trata de ponerse el chaleco de explorador y buscarlas como si fueran un tesoro. Pero también se las puede observar en las vitrinas de un museo diseñado especialmente para admirarlas.
Ahí estábamos buscando ágatas, jaspes y troncos petrificados pertenecientes a los árboles más característicos de la zona, incluso a palmeras yatay, las protagonistas más significativas del
Parque Nacional El Palmar. Algunas de ellas fueron en un primer momento frutas tropicales que pasaron a ser piedras, por el simple correr de algunos millones de años, y conservaron formas y colores que las transforman en verdaderas joyas, aunque su valor histórico y natural no puede ni debe medirse en dinero.
Buscarlas dentro del museo A escasos kilómetros de la ciudad de Colón se encuentra el camino que conduce a la vecina villa de San José. Antes de llegar a la misma es posible encontrar un pequeño cartel que anticipa: “Museo de Piedras Preciosas” y hay que doblar a la derecha para, luego de transitar unos cuatrocientos metros, introducirse en este verdadero paraíso. Allí aparece Selva Gayol, que no es otra cosa que un magnífico reservorio de piedras semipreciosas donde es posible encontrar las distintas variedades de piedras y troncos petrificados que forman parte de la formación geológica de la provincia de Entre Ríos. Entre estas verdaderas obras de arte de la naturaleza aparece la famosa piedra “Caperucita y el Lobo”, en la que puede verse a simple vista la figura del famoso dibujo tallada de manera increíble por la acción de la naturaleza. Pero, además de esta famosa piedra, aparecen otras de igual belleza y trazados increíbles. Muchas de ellas incluso conservan agua dentro de sí. Vale la pena acercarse a este verdadero centro de interpretación del pasado. Sus dueños logran meternos en una máquina del tiempo, ponen como fecha elegida la formación geológica de toda la región y luego nos traen al presente para mostrarnos nuevamente alguno de sus tesoros.