Visitamos la Posada Camino Real, un lugar mágico en el corazón de las sierras cordobesas, ideal para disfrutar el encanto de la historia y la belleza circundante.
Fuimos invitados a ser estancieros por un día. La convocatoria era más que tentadora, teniendo en cuenta que visitaríamos una estancia centenaria ubicada sobre la ruta que utilizaron los conquistadores europeos para llegar desde el Virreinato del Río de la Plata al Alto Perú. No por casualidad el establecimiento rural en cuestión se llama Posada Camino Real.
Un cielo despejado y un sol radiante nos auguraron una jornada ideal para conectarnos con el verde de las sierras cordobesas. Sin dudarlo, dejamos la capital mediterránea y, tras recorrer unos 70 kilómetros aproximadamente, dimos con el cascol rural.
Como en los tiempos del Virrey
Ya desde la entrada uno se da cuenta de que el lugar está diseñado para disfrutar de la naturaleza y el encanto de la historia. A tan sólo 5 minutos de la posada, se encuentra la estancia jesuítica Santa Catalina. Es la iglesia más formidable del famoso circuito cordobés y que aún se mantiene en manos de los descendientes de Francisco Antonio Días, que la adquirió en el año 1774. Recientemente fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Fuimos recibidos por los dueños, Cecilia y Antonio, que conjuntamente con una troupe de fieles empleados se encargan de atender y hacer sentir cómodos a los huéspedes que se acercan al lugar.
El casco rosado se descubre entre ríos y vertientes, álamos, nogales y eucaliptos. En medio, se destaca la modesta piscina – ideal para refrescarse en los días de calor - y alrededor se observan las distintas habitaciones que conforman la posada. En la actualidad, posee capacidad para 24 pasajeros y en el predio se pueden disfrutar caminatas al aire libre, prácticas de golf o cabalgatas por los alrededores.
Visitamos la granja, los corrales, la huerta y el establo, donde los caballos estaban listos para salir por serpenteantes senderos, entre lomadas y arroyos, hacia Ongamira, Altos del Río Pinto, el Cañadón Rojo, los dormideros de los cóndores o hacia donde los jinetes dispongan.
Hospedarse en el pasado
Cecilia Nores, la propietaria, nos contó todo acerca de la historia del lugar. “Esta tierra primitivamente fue habitada por comechingones y sanavirones. Contiene asombrosos sitios de interés artístico, histórico y arquitectónico como Candonga, Ischilín, Ongamira y Cerro Colorado, donde el hombre supo crear sus propias maravillas culturales. Haciendo base en la Posada Camino Real, se puede recorrer uno de los núcleos culturales más bellos de América Latina, además de visitar la tradicional estancia jesuítica Santa Catalina.”
Luego ingresamos al casco de la posada. Una exquisita decoración, el crepitar de los leños en el hogar y el olorcito a pan recién horneado creaban un ambiente muy especial. Todo lo que sucede en la posada parece espontáneo, pero, a decir verdad, está pensado hasta en el más mínimo detalle.
Cecilia y Antonio se divierten mucho atendiendo a los huéspedes y su frescura la trasmiten de inmediato. Nos contaron que en el lugar se hospedaron embajadores, historiadores, estrellas de fútbol y hasta un astronauta. La conversación amena se fue extendiendo y pronto llegó la hora del almuerzo.
Delicias criollas
La comida es un momento especial en la posada. Los chefs han sabido encontrar el equilibrio perfecto entre el paladar internacional y el deleite de la cocina criolla y tradicional.
“La verdura recién cortada de la huerta es el secreto de toda buena cocina” afirmó nuestra anfitriona mientas nos invitaba a pasar a la mesa. “Y nada mejor que comer acompañados de una melodía tranquila y una buena copa de vino” nos indicó Antonio, mientras buscaba entre su selecta bodega cuál sería la botella elegida para la ocasión.
Recomendamos los ravioles caseros, rellenos de pechuga de pollo y nueces, cubiertos con una salsa de hongos. Un verdadero deleite para el paladar y una explosión de colores, aromas y sabor para los sentidos. Para el postre, el cheese cake cítrico, con una base de biscuit de amapola, sobre una salsa de frutas rojas es un placer.
Infaltables son los asados, corderos y chivos hechos a la cruz.
Cuando cae la tarde
Luego del almuerzo, recorrimos el parque entre la verde vegetación y los árboles centenarios, contemplando la paz serrana. En Posada Camino Real también hay lugar para juegos típicos como el sapo, que ayudan a pasar jornadas maravillosas. Los amantes de la flora y la fauna pueden realizar verdaderos safaris fotográficos. Se pueden realizar paseos en sulky por los alrededores, jugando a ser uno de los conquistadores que llevaba mulas y tejidos a las minas de Potosí.
La hora del té nos sorprendió con un agasajo de tortas caseras, scones y brownies. Los anaranjados rayos del atardecer nos indicaron que el día estaba llegando a su fin. Muy agradecidos, nos despedimos de nuestros anfitriones. Habíamos visitado una clásica estancia centenaria, donde historia y naturaleza se saben conjugar para conservar el misticismo de las tierras de las estancias jesuíticas.
Dónde dormir: Posada Camino Real tiene cómodas instalaciones para recibir hasta 24 pasajeros: confortables habitaciones con baño privado, salón multiuso, piscina, quincho, asador. La estadía incluye servicios de mucama, lavandería, bar, calefacción, televisión satelital, teléfono y restaurante.