A sólo 5 km del centro se puede realizar un excelente entrenamiento en una pared natural de 30 metros, que congrega a los escaladores de la ciudad.
A sólo 5 kilómetros del centro de Esquel, se encuentra una pared natural de piedra de 30 metros de altura que sirve como un excelente entrenamiento de escalada deportiva y rappel. Se la llama La Palestra.
Esta formación rocosa de origen glaciario se encuentra en territorio del Regimiento de Esquel y cuenta con un equipamiento completo y mucha seguridad (con parabolts y spits en muy buenas condiciones). Hace algunos años, era utilizada por los soldados, ya que se trata de un regimiento de montaña. Luego pasó a ser de caballería y finalmente quedó para el uso civil, pero aún así es necesario registrarse en la guardia del regimiento.
Mientras llegábamos al lugar, nos percatamos del cambio en la vegetación: nos encontrábamos en medio del “ecotono”, el punto de intersección entre dos ecosistemas, en esta caso la selva valdiviana y la estepa. Alcanzamos a observar coirones, neneos, espinos negros, abrojos pimpinela, colas de zorro, plantas silvestres, arbustos y pastizales, hasta dar con la desafiante pared.
Es aconsejable salir acompañados por un guía del lugar que practique esta clase de deportes de aventura. Además, una preparación física mediana es necesaria para llegar a la cima de la palestra.
Una vez en la base del lugar, el guía nos proporcionó todo el equipo necesario para realizar la ascensión: zapatillas de escalada (también se las llama “pie de gato”), arnés, casco de seguridad, mosquetones con seguro, mosquetones leva curva y recta, cintas tubulares de 20 a 80 centímetros, cintas tubulares de 1,2 metros, juego de frieds o camalot (empotradores para la roca), juego de stopper, cuerda de escalada de 10,5 milímetros y cordín.
En La Palestra hay más de 10 rutas de diferente dificultad. Un par de ellas son fáciles y el resto tiene una graduación de 6a para arriba, hasta alcanzar su máxima dificultad con un 7a+. Otras rutas, como La Pili e In memorian Guy Costa, son de 6b/6c, aproximadamente.
Poco a poco nos fuimos alejando del suelo. A pesar de los metros que íbamos ganando, seguíamos tranquilos porque sabíamos que si nos llegábamos a caer, el guía nos mantendría colgados hasta descender y poder así volver a empezar.
Sentíamos cómo el arnés nos mantenía unidos a la soga. Poco a poco fuimos encontrando los recovecos en la roca que nos permitían seguir subiendo. La técnica de escalada se basa en tener tres puntos de apoyo y lo que se busca es hacer la mayor fuerza con las piernas, así no se cansan los músculos de los brazos, que son más pequeños.
Pronto nos encontramos cerca de la cumbre. Sentíamos que nuestro cuerpo decía “basta”, pero estábamos a pocos metros. Un último esfuerzo más y alcanzaríamos la gloria.
Desde lo alto de La Palestra pudimos observar todo el cordón montañoso Esquel y Nahuel Pan, con sus picos nevados. El silencio y la soledad invadieron nuestro ser.
Luego de un merecido descanso, emprendimos el descenso. Encontramos los aros que necesitábamos para amarrar la soga formando un triángulo, la figura geométrica que más soporta el peso, y de a poco ubicamos la soga con la que efectuaríamos el rappel.
El descenso se puede realizar con un ocho, un descensor que frena la soga por el ángulo cerrado que forma, o con un grigri, un descensor mecánico que sirve para trabar la soga en pleno descenso y disfrutar del paisaje colgado en cualquier tramo del trayecto.
Nos aseguramos bien, abrimos las piernas y emprendimos el descenso sin soltar las manos. Unos saltitos y dejar correr la cuerda unos metros sirven para tomar confianza y rápidamente alcanzar tierra firme. La bajada nos fascinó.
Para los que quieran hacerla sin tener que escalar existe la posibilidad de subir por la cara posterior de La Palestra por un sedero un poco empinado con el que también se llega a la cumbre.
Al finalizar la intensa jornada, nos sentíamos satisfechos y más que conformes.