La excursión lacustre se realiza en cualquier época del año y atraviesa los lagos hasta un río de lava solidificada. La vista del bosque andino patagónico con la figura del volcán Lanín de fondo es inolvidable.
Dejamos la ciudad de Junín de los Andes por la ruta nacional 40 en dirección norte. Recorrimos 4 kilómetros y antes de atravesar el puente del río Chimehuín, doblamos a la izquierda para tomar la ruta provincial 61 hacia el oeste. A partir de allí recorrimos 22 kilómetros por un camino de ripio hasta la boca del lago Huechulafquen e ingresamos al bosque andino, un área protegida que fue creada en 1937 con la intención de conservar el bosque, las cuencas hídricas y la fauna.
Fue maravilloso ver las aguas del Huechulafquen (palabra que en mapuche significa "lago de la punta"). Se trata del lago más grande de la provincia del Neuquén, con 46 kilómetros de largo por 4 de ancho y una profundidad que supera los 500 metros.
Según la época del año, la temperatura de las aguas oscila entre los 5º y los 15º C. Claro que este entorno natural es la delicia de los pescadores con mosca a la hora de capturar las truchas arco iris y marrón que nadan por allí.
Finalmente, tras recorrer 31 kilómetros, llegamos hasta la margen norte del lago, donde se encuentra Puerto Canoa y el catamarán José Julián.
A navegar
Nos subimos al catamarán que tiene capacidad para 60 personas. Se llama José Julián en homenaje a un poblador de la zona que implementó la pesca deportiva en el lago.
La embarcación cuenta con un snack bar, grandes ventanales, dos cubiertas exteriores y además se puede visitar la cabina del capitán. Una vez que nos acomodamos, el catamarán se puso en marcha.
Sobre el lago, a la derecha, vimos el cerro Cantala y a la izquierda el cerro Los Ángeles, ambas montañas tienen una altura de 2.000 metros. La zona recibe un gran número de precipitaciones durante todo el año, por eso la vegetación es más frondosa y los patos quetru, las gaviotas cocineras y los cisnes de cuello negro eligen el lugar para "hospedarse".
Viajar en el catamarán resultó muy placentero, apenas percibimos los movimientos del agua. También pudimos observar la Isla de los Chivos y la Bahía Azul. Claro que no dejamos de disfrutar los distintos estratos del bosque, conformados por lengas, coihues, ñires, notros y raulíes.
Sobre el río Escorial
De forma pausada, el catamarán José Julián comenzó a transitar por la zona de angostura, donde las aguas del Huechulafquen se funden con las del Epulafquen.
El lago Epulafquen (“dos lagos” en mapuche) presenta una longitud de 16 por 1,5 kilómetros de ancho. Su profundidad en la zona del Escorial es de 180 metros.
Tras sentir y vivir esa maravilla de la naturaleza, nos deleitamos con un café con chocolate regional.
Pudimos ver que a lo lejos se hallaba el río de lava solidificada. Este atractivo natural fue producto de la erupción del volcán Achén Niyeu hace 500 años. La colada de lava tiene más de 8 kilómetros de largo y 2 de ancho hasta el cráter del volcán. Su color oscuro se debe al basalto, que es el mineral que predomina.
Según nos comentó Raúl, la lava ingresó al lago a más de 1.000º C de temperatura, chocó contra los 3º del agua, y ganó 2 kilómetros hacia adentro y más de 100 metros de profundidad. También señaló que con el pasar del tiempo, cipreses y coihues pequeños comenzaron a crecer sobre el terreno volcánico. Luego, el catamarán se introdujo en una bahía natural desde donde pudimos ver la lava solidificada con la figura del cráter del volcán Achén Niyeu en el fondo.
Llegó el momento de regresar. Volvimos en silencio y bajo la mirada del maravilloso volcán Lanín.