Restaurantes de Pinamar

Cantina Tulumei

Aquí la clave está en llegar a la tardecita. Luego de un intenso día de playa, nada mejor que recuperar las energías perdidas disfrutando de una exquisita tabla de mar, con rabas, cornalitos y calamaretis acompañados con limón y cerveza helada, por supuesto.

Tunumei es el único sitio de Pinamar donde la especialidad es el pescado fresco. Roberto Alabi espera la visita de los comensales para brindarles un buen servicio y muchísimas anécdotas de pesca en el mar.

Quien a esta mesa se arrime apreciará la prolífica cocina de Cristián –el chef –, quien demuestra un aplicado conocimiento en la elaboración de platos con frutos de mar. Luego de degustar pacientemente la entrada, nos deleitará con un sabroso calamar pelayo con papas noisette, acompañado con pimientos rojos y verdes.

Mientras el plato va marchando, se puede contemplar la emotiva decoración que referencia continuamente al hombre de mar; reels, cañas, redes y salvavidas, combinados con distintas especies marinas, le otorgan un “toque” al salón que hace que el pescador se sienta identificado con el ambiente.

Al finalizar la cena, recomendamos como postre un Don Pedro –helado de crema, refinado whisky y nueces picadas– que refrescará notablemente el paladar, suavizando el gusto del calamar en la boca.


Viejo Lobo

Si tiene suerte de ir a Pinamar, arrímese a Viejo Lobo. La cocina de este resto bar posee una fuerte fusión histórica con los aromáticos sabores del mar.

Más allá de la época en que realice su visita, Oscar Crecenti abre las puertas del local durante los 365 días del año, brindando un servicio integral en cuanto a desayunos, almuerzos, meriendas y cenas se refiere, con una variedad casi ilimitada de comidas.

De entrada caliente, anímese a las localísimas gambas al ajillo, con ajo, pimentón y ají molido que, acompañadas con vino blanco, adquieren un distinguido sabor.

Si está con tiempo, déjese deleitar con la cocina de Viejo Lobo. Como plato principal recomendamos un pez lenguado a la manteca negra con alcaparras y puré duquesa. Delicioso y sutil.

De postre, nada mejor que un panqueque de manzana flambeado con ron ante nuestra presencia, para luego ser decorado con una bochita de helado de crema americana.


Estilo criollo

Aquí se respira un buen clima. Un agradable ambiente iluminado, con sellos campestres que distinguen al restaurante y parrilla, hizo de este lugar un referente indiscutido a la hora de degustar platos criollos. Buena vajilla, copas de tallo largo, relucientes cubiertos, mantel y servilletas de tela completan la puesta en escena para disfrutar de un ameno momento.

Su dueño –Sergio Elso– supervisa la atención de los clientes hace más de 15 años. Su experiencia le indica recomendarnos la desbordante tabla de fiambres, en la que el jamón crudo, el matambre arrollado, las aceitunas y los quesos mozzarella y sardo, se encuentran delicadamente ordenados, cautivando nuestra visión.

Luego de la entrada no eluda el delicioso pechito de cerdo cocinado a las brasas de leña en espiedo, haciendo que su cocción sea más lenta pero muchísimo más tierna.

Los postres de Estilo criollo merecen un capítulo aparte. Un dulce profiterol relleno de helado de crema americana con baño de chocolate caliente, o una rebosante copa con frutos del bosque, se llevan todos los aplausos.

Luego de la degustación se puede disfrutar de las notables instalaciones del lugar, deambulando por sus galerías y terrazas, pudiéndose también comer al aire libre.


Tante

Es uno de los restaurantes típicos de Pinamar. Abrió sus puertas hace 15 años, cuando sus dueños José Pablo y Sonia Oswell decidieron materializar un sueño que llevaba mucho tiempo guardado.
Así nació Tante, que también posee sucursales en Cariló y en Villa Gesell. José Luis Miranda es su chef desde hace 9 años, y nos cuenta que el lugar es un verdadero paraíso para los amantes de la cocina alemana, donde además de los típicos platos tradicionales es posible degustar casi otros 70 platos de los más variados sabores, desde la típica cocina regional hasta algunas opciones internacionales.

“Tante” que significa “tía” en alemán, posee una capacidad diaria para 400 cubiertos. De día, el lugar deja ver desde sus amplios ventanales cómo los turistas van y vuelven de la playa por la avenida Bunge. De noche, todo muta y el lugar se transforma. Su música y ambientación con velas lo vuelven protagonista. La paz de la noche pinamarense hace que los tiempos sean otros y que no haya apuros. Así, comer con glamour pasa a transformarse en un verdadero deleite en esta ciudad de la costa.
Entre las especialidades del lugar, se encuentran las fondues de quesos, carnes y chocolates ya que, además del restaurante, el lugar es un verdadero artesanado de la repostería alemana. El chucrut, las salchichas blancas y rojas y las costillitas de cerdo ahumadas figuran también entre los platos preferidos de sus selectos clientes, además de fiambres exóticos y el famoso goülash.
Dos recetas únicas que hay que probar antes de abandonar Pinamar. La primera, mollejas doradas salteadas con tomate y albahaca fresca. La segunda, champiñones rellenos de jamón y mozzarella sobre espejo de crema de leche.
Inigualables bodegas de vinos acompañan acertadamente todos los platos.
¿De postre? Déjese llevar por alguna de las exquisitas tortas o tartas dulces del lugar, desde los strudel y el kuchen, hasta algunas de las excelentes copas heladas que atesora el lugar.


El más…allá

Se encuentra ubicado en los paradores del Norte de Pinamar, a los que sólo se accede en vehículos 4x4.
El lugar es el primer balneario que se observa apenas se llega al final del área urbana de Pinamar, pero en caso de que no se consiga un vehículo doble tracción, sólo hay que llamarlo a Roby Cozzi, el dueño del lugar, para que en una de sus camionetas nos pase a buscar y nos lleve hasta el exclusivo parador.
Hamacas paraguayas, grupos de jóvenes, cuerpos perfectamente bronceados y quinchos de madera y paja distribuidos por toda la playa nos dan la bienvenida a medida que nos acercamos hasta la llamativa construcción de arquitectura circular que desde cualquiera de sus ventanas deja observar el mar y los altos médanos que caracterizan a la zona.

Daiquiris, tragos largos y licuados de todos los colores se mezclan entre los visitantes para refrescar crêpes salados y dulces que se elaboran en el lugar a la vista de todos los presentes. Los de dulce de leche son excelentes y están rellenos de nueces, chocolates y bananas. Se acompañan la mayoría de las veces con licuado de banana con leche: el más pedido en el verano. De jamón y queso, y de quesos como el roquefort o el fontina son los crêpes más solicitados entre los que gustan de un almuerzo salado.
Cuando cae la tarde, el parador comienza a prepararse para la noche y se transforma en un restaurante de excelente nivel, que nada tiene que envidiarle a los más antiguos e importantes de Pinamar. Pero tiene una gran ventaja: cenar a la luz de la luna o de las estrellas mirando el mar y escuchando sus sonidos. Los colores claros de los médanos y del horizonte se pierden en la oscuridad negra de la noche, y es la hora en que antorchas diseminadas por toda la playa iluminan el lugar para dar inicio a una cena entre amigos, aunque las veladas románticas a la luz de la vela son las ideales para este lugar.
Dos platos son los preferidos por estos exclusivos comensales, la fondue de queso y la pierrade, una receta milenaria de mariscos, carnes y vegetales que se cocinan al calor de las piedras. Un lugar que está, como su nombre lo indica, más allá de todos.