La historia del edificio se remonta a la época de los pioneros y termina en nuestros días con el cariño de los habitantes de San Martín hacia ese punto emblemático.
Alguna vez la Casa de Té Arrayán se veía desde el centro de la ciudad de San Martín de los Andes con el humo de su chimenea recortado en el cielo. La altura de los pinos y cipreses añejos que la rodean ha cambiado esta posibilidad. Lo que sigue intacta es la tradición de conocer la casa, su servicio de gastronomía excelente y la vista que desde sus ventanales se tiene del lago Lácar y los cerros que lo contienen.
Sus puertas están abiertas casi todo el año y está tan cerca del centro que es un clásico en distintos momentos del día y, en especial, en la hora de merendar. Tanto en tiempo cálido como en los días de invierno, cuando un chocolate caliente y los leños encendidos nos reciben al regreso del cerro Chapelco, es punto de encuentro entre amigos.
Su construcción data de 1939 y fue encargada por Renée Dickinson, una joven inglesa llegada a la región, que se enamoró de esa ladera con horizonte montañés. En esa época no existía el camino que nos llevó en esta ocasión hasta el lugar, a pesar de lo cual lo primero que se instaló allí fue un lodge de pesca, lejos de todo.
Con el fallecimiento a temprana edad de Renée, su hermano continuó a cargo de la casa y posteriormente fue Janet Dickinson quien mantuvo viva la llama del objetivo familiar. Hoy los dueños son otros pero ha perdurado la idea de conservar el espíritu original y la casa de té forma parte de un conjunto que incluye una hostería de pocas habitaciones.
Al ingresar al salón muy bien ambientado, descubrimos uno a uno sus rincones acogedores. La enorme chimenea de piedra es la pieza más destacada y donde la leña siempre está chisporroteando. Los ventanales ubicados en dos de las cuatro paredes nos mostraron el lago Lácar hacia su extremo oeste, con la clásica bruma del atardecer y tonos rojizos cambiantes.
Después de las fotos consabidas, nos ubicamos dispuestos a disfrutar de un rico té con especialidades caseras dulces y saladas. Si hay algo que nos sugirió el lugar fue la falta de apuro. A esa merienda completa le siguió un rico trago para esperar que el sol se perdiera del todo en el horizonte sin mover un dedo, solo con contemplación.
La visita a la Casa de Té Arrayán nos despertó el interés de conocer algo más de cómo fueron las historias de vida de quienes poblaron San Martín de los Andes. Llevamos con nosotros algunos libros que nos mostraron los inicios y sentimos emoción al haber pisado esos viejos pisos de madera de una de las casas consideradas patrimonio histórico de la ciudad.