Sabores nuevos en los salones del antiguo hotel Lácar

Un viejo edificio de San Martín de los Andes sobre la avenida San Martín aloja un conocido restaurante con aire antiguo y gastronomía de vanguardia. Desde el primer instante respiramos sus aires centenarios e imaginamos que la cocina pudiera ser de leña como cuando en el lugar funcionaba el hotel Lácar.

Luces tenues para una noche espléndida en la que dejamos que la inspiración nos llevara a una buena elección de nuestra cena y bebida. Al ingresar nos dieron la bienvenida y nos acompañaron hasta una de las mesas mientras con la vista repasamos los fantásticos detalles decorativos y la delicadeza de la mantelería y las copas.

La carta con el menú tiene un aire antiguo, buen diseño y tapas de cuero que hacen juego con el encanto del ambiente. Viejas arañas y ventiladores de aspas cuelgan del techo y remiten con la imaginación a los veranos sanmartinenses en los que se requería renovación de aire. Las lámparas con tulipa blanca de vidrio esmerilado ofrecen una iluminación sutil a cada mesa.

Optamos por platos variados para conocer la carta e incluimos sus pastas artesanales, que son la vedette del restaurante. Hechas a mano y con salsas varias, forman parte de un menú que tiene una parte fija y otra que varía siempre y se adecúa a los gustos de los comensales.

Mientras esperábamos nuestra especialidad, conversamos con los encargados del local, jóvenes emprendedores que conocen su profesión y mantienen una relación personalizada con el cliente. Hugo González y Mariana Harris han logrado plasmar en Doña Quela su concepto de ser cuidadosos en la presentación del salón, en la pulcritud y la elección de la carta.

Finalmente llegaron los platos a nuestra mesa y, en mi caso, el ansiado ciervo glaseado con puré presentado en su jugo y coronado por una lámina de batata. Dejamos la conversación por unos instantes para que nuestras exquisiteces no se enfriaran.

Hugo nos comentó: “Aún hoy llegan a comer viejos clientes del hotel Lácar y cuentan cómo era la vida años atrás. Los caminos y las comunicaciones eran lentas, y los pobladores de los alrededores debían realizar compras en San Martín de los Andes, alojarse en el hotel y regresar al campo al día siguiente”.

El hotel abrió sus puertas en 1910 y su apogeo fue en los años posteriores a 1940, cuando el turismo comenzó a instalarse en la localidad. Las grandes fiestas sociales se llevaban a cabo en las instalaciones del hotel; de ello han quedado viejas fotos que se exhiben en el pasillo de entrada del restaurante. No había por entonces otro establecimiento de iguales características.


Saboreando el pasado

Como si se tratara del baúl de los recuerdos, han quedado vestigios del hotel. Viejos baúles o valijas, documentos que acreditan quiénes eran sus dueños, la vajilla utilizada son auténticas reliquias de un pasado de gloria del pueblo.

El sonido forma parte del esmero que Hugo y Mariana ponen a diario. La elección del tipo de música para crear ambientes en los distintos horarios y la posibilidad de tocar una pieza musical en un muy afinado piano a pedal han sido tenidos en cuenta a fin de halagar a sus clientes.

Saboreamos un vino excelente de la variada carta que ofrece Doña Quela, luego de habernos asesorado. A la hora de los postres, no dejamos de probar los exquisitos frutos del bosque con que se coronan varios de las especialidades de la casa.

Una velada sin apuros en la que nos deleitamos con una cocina de excepción donde los sabores tradicionales fueron presentados con un aire renovado. Como era de imaginar, lo destacado provenía de la cocina y de la mano de su chef Leandro Miller.

Por él nos enteramos de que no estábamos tan errados: aún utilizan una vieja cocina a leña de la época del hotel, que ofrece una manera muy especial de lograr las cocciones.