A tan sólo 1 kilómetro de Tilcara, se levanta un sitio histórico que permite observar lo que sucede a varios kilómetros. El Pucará de Tilcara aún conserva intacta la magia de tiempos inmemoriales.
De las casi mil que eran en sus tiempos de gloria, cerca de 60 construcciones han sido restauradas por el hombre y pueden recorrerse dentro del recorrido que ofrece actualmente el parque . El recorrido se divide en tres barrios: el de la entrada, el de la Iglesia y el del Alto o del Monumento.
Los tres grandes barrios El barrio de la Entrada está formado por distintas unidades de vivienda que, de acuerdo al tamaño y a su disposición geográfica, determinan la importancia y el nivel social o de status que poseían quienes habitaron esas fincas. Lo que aquí más llama la atención de los visitantes son las grandes murallas o pircas, como así también el aspecto de fortificaciones defensivas que tenían estas viviendas. El barrio de la Iglesia se encuentra en el centro del Pucará y fue bautizado con este nombre ya que durante las investigaciones que se llevaron a cabo durante los primeros años de 1900, los viejos pobladores de
Tilcara informaron a los arqueólogos que allí se encontraba “la Iglesia de los Indios”, lo cual resulto cierto. En ese sitio, se realizaban cultos religiosos al Sol y a la Luna. Ésta es una de las zonas más pintorescas del Pucará, ya que distintas colonias de cactus, durante varios meses florecidos, le aportan color y vida al agreste paisaje tilcareño. Luego de visitar la Iglesia y sus inmediaciones, el recorrido continúa por el barrio del Alto o del Monumento, donde existen más viviendas. En dicho lugar, también se levanta un monumento con forma de pirámide pero sin punta o truncada. Este homenaje tiene como destinatarios a los arqueólogos Juan D. Ambrosetti, Salvador Debenedetti y Eric Boman, y fue construido por el arquitecto Martín Noel, en el año 1935. La vista que se obtiene desde allí es sencillamente única. Resaltan los distintos colores que tienen las montañas y que, de acuerdo a la posición del sol, ganan o restan pigmentación. Y dónde, por supuesto, el Pucará sigue siendo el eterno vigía de todo lo que pasa a su alrededor.